Hace ya un año que saltó la alarma en China. Un virus que no avisó a nadie lo revolvió todo para que a día de hoy sea algo indisociable a nuestra forma de entender la vida. China anunció 20 fallecidos entonces por un extraño virus con corona y ahora contabilizamos, según cifras oficiales, más de 1,7 millones de muertos. Con 73 millones de contagios en todo el mundo.

Pese a ello, en el cierre de un año que invita a todo menos a celebrar algo, la inercia de la estupidez humana --o de la falta de conciencia colectiva-- parece que obliga a la tentación de juntarse. Más contacto social, los mismos compromisos navideños, y el carácter emocional de una calle iluminada.

Y solo tenemos la Navidad como la órbita prioritaria mientras los mensajes que escuchamos de la clase política nos invitan a la cautela por el aumento de contagios pero también al ánimo por la vacuna lograda y casi ya suministrada en España. El equilibrio de la falsa realidad incontrolable es nuestro riesgo más peligroso.

La disparidad de criterio apunta a que tendremos una Navidad distinta en cada territorio. O lo que viene a ser que tendremos 17 navidades en un país aficionado a la disputa territorial, como para no demostrarlo en la mayor crisis reciente de nuestra historia.

Por qué unos sí pueden permitir hasta diez personas en las celebraciones navideñas o por qué este otro no limita la entrada de allegados a su comunidad. O por qué mi negocio puede abrir pero el negocio del vecino autonómico no. Y así estamos a tan solo unos días del inicio de la Navidad.

No hace mucho se prometía desde los gobiernos autonómicos, en especial desde el gabinete de Sánchez, que las celebraciones serán tan seguras como que habíamos logrado aplanar la curva de una ola que ya parece casi incontable en Aragón por ser más que permanente.

Pero, al final, por el desconcierto autonómico y la asunción de responsabilidades del Gobierno de España para marcar una hoja de ruta clara, certera y unánime, cada cena será una bomba epidemiológica. Eso sí, que no falte el mensaje triunfalista de que la vacuna llegará el 27 de diciembre.

No parecía oportuno iniciar la vacunación el día 28, entiendo, por parecer la última inocentada del año para ser el broche final a un chorreo de incongruencias desde el inicio de la pandemia. Lo que es seguro que Sánchez, y el resto de la comitiva política, serán el caldo de todas las sopas para la crítica de cada Nochebuena.