Nos ha salido marchoso el presidente por sorpresa. Se atreve con cualquier ritmo. Lo mismo una sardana, que un zortzico, que una polca alemana. Si hay que subir a un tablao flamenco y zapatear, sin apuro lo hará. Lo mismo que está haciendo a pocos días de su llegada a Moncloa. Sin rubor, se enfrenta y activa algunos de los asuntos de Estado más reivindicados por ciertos sectores de la sociedad española, y por qué no decirlo, también de los que más confrontación han generado históricamente. En marcha ese desmantelamiento del Valle de los Caídos, en su afán por cerrar y borrar las huellas de un régimen que fue responsable de tanta división y dolor; la ley de la Eutanasia, tan demandada desde hace décadas por algunos sectores sociales como repudiada y denostada por otros; o el acercamiento de los presos de ETA al País Vasco, ya considerado como uno de los pagos de su hipoteca con el PNV. Todo esto, por no hablar de su vis a vis con la canciller alemana más de moda del milenio, que le ha pedido compromiso para resolver la papeleta migratoria de la UE, y muy especialmente, la Alemania de Merkel, cuya supervivencia política depende de conseguir los pactos necesarios con el resto de miembros de la UE, para parar la entrada de inmigrantes a Europa, y más concretamente a Alemania, pues mucho de los que acceden a territorio europeo por Italia, Grecia o España acaban asilándose en tierras germanas, algo que no gusta a la oposición merkeliana. Olé por Sánchez el valiente, que se atreve a bailar hasta con el más feo.

*Periodista y profesora de universidad