La coalición que gobierna Aragón aprobó sus presupuestos para el 2020, lo que significa que PSOE, Podemos, PAR y CHA han vuelto a dar una lección de concordia y sensatez. Creo que aún no somos conscientes de ese prodigio de entendimiento que tenemos en casa. El secreto reside tal vez en calcar el modelo de la vida cotidiana. En nuestra rutina tratamos con gente de diferente ideología: tenemos familia en Cataluña con esteladas o sin ellas; somos compadres del camarero de Podemos y saludamos con alegría a la vecina del PAR; nuestra pareja de guiñote es de CHA; nuestro amigo del alma vota al PP y el colega de juventud milita en el PSOE. Incluso conocemos a buena gente que eligió a Vox en las urnas. Con todos existe diálogo, buen rollo o amistad. La vida sería insoportable si no fuera así.

La política es insoportable en manos de quienes colocan la convivencia en una irrefrenable tensión. Agoreros, resentidos, filibusteros y una jauría de revanchistas, algunos salidos de la barra de un bar y otros con carrera regalada, han transformado la política en una banalidad intolerable. Algunos ven fantasmas etarras, otros desean otra guerra civil o que ahorquen a Pedro Sánchez. Para ellos, el diálogo es un golpe de Estado, mientras que un golpe de Estado es una gloriosa página histórica. Figuras como Núñez Feijóo, Beamonte o Sémper se avergüenzan, a buen seguro, de esta deriva, pero no hay nada que hacer.

La izquierda ha tenido que buscarse la vida para gobernar de una maldita vez con la ayuda de un partido tan poco fiable como ERC, y la derecha ha decidido que en esta legislatura van a trabajar más sus abogados que sus diputados. Renunciar a la política es triste, pero ellos sabrán.

*Editor y escritor