La mañana de 3 de marzo de 2020 será recordada por los padres y madres de los alumnos del CPI Soledad Puértolas como el día en que la célebre escritora y académica de nuestra tierra inauguró el colegio que lleva su nombre. Para conmemorar la inauguración, los políticos han hecho su foto, los allí presentes se habrán olvidado por un momento del dichoso coronavirus e irán a inaugurar un nuevo local. Lo que el público no conoce es el prólogo y el epílogo de esta historia, que desafortunadamente, no es exclusiva de este colegio.

Así es, Soledad, no todo lo que reluce es oro y la inauguración para muchas familias ha sido un trago agridulce. Lo que en 2017 debería haber comenzado como una feliz aventura educativa de 75 niños, en realidad comenzó con una parcela vacía y los niños trasladados a otro colegio durante dos años. Prefiero ahorrarme los detalles de caídas por escaleras o brechas en la cabeza durante este periodo, pues al lector ajeno son detalles que no le interesarán, salvo que se trate de sus propios hijos. Volvamos al grano, hoy, después de mucho esperar, se inaugura un colorido colegio que da cabida a todos los alumnos de Infantil y también a algunos alumnos de Primaria. Pero por lamentable que pueda parecer, esos niños vuelven a no tener colegio para el próximo año. ¿Cómo es posible? Si el colegio está inaugurado, no puede ser como el gato de Schrörinder que está vivo y muerto a la vez ¿o si?

La respuesta es, Soledad, fácil de explicar y difícil de entender: en todos estos años quienquiera que sea responsable del asunto ha sido incapaz de terminar la construcción del colegio que has inaugurado; los niños crecen y las aulas que dejan vacías son ocupadas por nuevas generaciones. Pero a los niños que han crecido, habrá que proporcionarles nuevas aulas para que continúen su educación ¿o no? Parece que no, pues esta nueva generación de chavales, se quedan de nuevo en la calle. Eso si, con la tácita, aunque aún no iniciada promesa, de que en seis meses serán alojados dentro de un pabellón polideportivo reconstruido en aulas. Supongo que esta solución será como de costumbre la «menos mala» que se le ha ocurrido a ese quienquiera que debería haber terminado el colegio a tiempo de ser inaugurado.

Y pienso, Soledad: ¿es muy difícil hacer una estimación de las escuelas que necesitan barrios repletos de viviendas de protección oficial? Valdespartera, por ejemplo, tiene unos 30.000 habitantes, equivalente a la población de Teruel o de Soria. Si en estas capitales hay cinco o seis colegios públicos de educación infantil, una simple regla de tres habría arreglado el desaguisado que hoy tenemos en casi todos los barrios jóvenes de Zaragoza. Porque te recuerdo Soledad, que el nuestro no es un caso aislado y la historia que vivimos hoy la viven año tras años los progenitores Zaragozanos que se enfrentan a la etérea escolarización de sus hijos.

Y esto me lleva a pensar en lo que decía Karina: «y cualquier tiempo pasado nos parece mejor». Hoy veía un bonito mapa aéreo de 1980 del barrio maño de Romareda, por aquel entonces la ciudad terminaba en el actual campus universitario de San Francisco y en la zona este se apreciaban el estadio de la Romareda y cuatro casas más. Pero lo que más me ha llamado la atención de esa foto es que, lo que ya despuntaba en medio de la nada, eran los colegios correspondientes a los actuales CEIP Cesar Augusto, Cesáreo Alierta y Doctor Azúa. Así pues, quienquiera que se encargara de la previsión de colegios necesarios fue más sensato en 1980 que en 2020.

Pero, Soledad, quizás el lector se aburra con un tema tan banal como la educación de las nuevas generaciones, así que permíteme que para finalizar cite a otra célebre mujer. «Abrid escuelas y se cerrarán cárceles» decía Concepción Arenal, a quien por cierto también dedicamos una calle en la capital aragonesa. Cuidado señor lector, con esto no quiero anticipar que dentro de quince años estaremos rodeados de delincuentes como consecuencia de no haberles construido un colegio a tiempo. Pero hay un tema que desde hace tiempo me preocupa. Como profesor en la Universidad de Zaragoza, vengo observando que la preparación de los jóvenes es cada vez más deficitaria. Esto es en mi opinión consecuencia del vaivén político que obliga a destruir lo que el anterior ministro ha construido y así sucesivamente. Ya que poco o nada podemos hacer ante la ambición ministerial, al menos hagamos algo a nivel autonómico y proveamos de colegios a estos chavales para que después los ministros puedan jugar con ellos durante reformas y más reformas de su sistema educativo.

Así querida Soledad, lamento que no te hayan contado toda la verdad sobre la realidad del proceso de escolarización en los barrios jóvenes de Zaragoza y que representa toda una nueva generación de talento de tu tierra. Desde aquí te animo, te animamos, pues creo que hablo en nombre de muchos padres y madres, a parafrasear a Concepción e instar a quienquiera que sea a «abrir escuelas, pues hacen realmente falta».

*Padre de dos niños matriculados en el CPI Soledad Puértolas y profesor contratado, doctor en la Universidad de Zaragoza