La escena tuvo lugar en el Senado. Hizo su aparición Manuel Castells con una camiseta debajo de la americana en la que se adivina un texto que habla de igualdad de derechos, muy apropiada en la semana previa al 8 de marzo y toda una «declaración institucional» si quien la porta es un ministro de universidades. Pues bien, al senador Rafael Hernando le molestó el atuendo del ministro, su camiseta, su pelo, sus zapatos, su falta de corbata y su apariencia «como si viniera de la siesta». Echarse la siesta es una muy buena costumbre, sobre todo si no te la echas ocupando el escaño como algún eurodiputado pepero. Las fotografías muestran la sonrisa de Hernando, otrora martillo de herejes en el Congreso y ahora arrinconado en el Senado para que siga teniendo cargo. De todas las reacciones que se produjeron en las redes la que más me gustó fue la que decía que «la risa que le sale a Rafael Hernando cuando compara su atuendo con el de Manuel Castells es la misma que le debe salir a Manuel Castells cuando compara su currículum con el de Rafael Hernando». Castells tiene motivos para sonreírse y hasta carcajearse siendo doctor honoris causa por 18 universidades, 26 libros publicados, y uno de los científicos sociales más respetados en la comunidad académica. Hernando lleva viviendo de la política desde 1983, hasta ahora. Bien es cierto que se licenció en Derecho, parece que no le convalidaron como a otros, por la Universidad de Alcalá y cursó un máster en un Instituto Católico. Un pedazo de curriculum, vamos. La risita de Rafa Hernando expresa la mediocridad de su dueño. No es cutre la camiseta del ministro. Los cutres son tantos y tantos vividores de la política que no han demostrado nada más que capacidad de supervivencia durante décadas. Y la verdad, la sonrisa de los mediocres ofende.

*Profesor de la Universidad de Zaragoza