La moda del Temple, en su pico máximo, ya pasó afortunadamente (ahora son los nazis). Nos dejó una catarata de disparatadas leyendas, de pésimas novelas sólo supuestamente históricas, pero muy pocos trabajos realmente serios, que abundasen en las raíces históricas de la Orden, en los motivos por los que aquellos monjes y caballeros templarios llegaron a acumular el enorme poder de que disfrutaron en varios reinos y explicasen, también, los motivos por los que desaparecieron tan súbitamente como si una fuerza superior se hubiera propuesto extinguirlos.

Jesús López-Peláez Casellas, catedrático de Filología Inglesa e investigador de enigmas históricos. acaba de publicar con Espasa Las fortalezas de Dios, un ensayo donde se responden algunas de estas enigmáticas cuestiones y se plantean otras.

Desde su punto de vista, la prosperidad del Temple estuvo en estrecha relación con su final. Debido a la acumulación de riquezas y propiedades por parte de aquellos freires de temible aspecto, con la cruz roja en sus hábitos blancos flotando al galope de sus caballos de guerra, reinos y reyes, ministros y estirpes temblaron al comprobar que sus operaciones militares, el pago a cortesanos y soldados, incluso sus propias haciendas dependían de los impuestos o de las letras de cambio firmadas a los hermanos.

Tal como dos siglos después sucedería con los judíos, los monarcas y tribunales de Francia, Castilla y otros reinos con encomiendas templarias y castillos bajo sus órdenes, como el de Monzón, Caravaca de la Cruz, Jerez de los Caballeros y tantos otros procedieron a su decomisación y a la detención, destierro o ejecución de los monjes soldados. Cada uno de los cuales (llegaron a sumar alrededor de un millar) desplazaba diez servidores, entre sargentos, criados y esclavos.

En Aragón, el Temple, suspendido a principios del siglo XIV mediante una orden del papa Clemente, siendo monarca Jaime II el Justo, fue mejor tratado. Muchos de los freires ingresaron en la Orden del Hospital. Perdieron sus riquezas, eso sí, y con ellas Jaime II financiaría la Orden de Montesa.

A partir de ahí, comenzarían las leyendas, la conspiranoia del Temple.