Con el asalto al Parlamento y el Gobierno de la república autónoma de Crimea y los ejercicios militares rusos en los distritos cercanos a Ucrania, la crisis que desató la protesta del Maidán adquiere una dimensión de mucho riesgo que ha hecho saltar las alarmas. Lo demuestra la prontitud con que la UE, la OTAN, EEUU y varias capitales europeas han hecho llamamientos al presidente Putin para no incrementar la tensión. Si una división del país parece muy hipotética, la incitación a una reincorporación de Crimea a Rusia podría ser altamente desestabilizadora. Esta cuestión es una las más candentes que el nuevo Gobierno de Kiev tiene sobre la mesa, pero hay otras igualmente difíciles como la situación económica. Ucrania está al borde de la bancarrota. En este sentido, el nuevo Gabinete que encabeza Arseni Yatseniuk deberá tomar medidas muy impopulares, lo que no garantiza una necesaria estabilidad. La UE debe contribuir manteniendo su propuesta de asociación, que fue rechazada, pero con un nuevo planteamiento que no sea el maniqueo o con nosotros o con Rusia.