Hay personas inhumanas al igual que hay leyes injustas. El concepto humanidad se ensalza, de forma positiva, en relación con los comportamientos hacia los demás y no como mera descripción de individuos que pertenecen a nuestra especie racional. La importancia de la definición de lo que es una persona reside en su adjetivo, humana. No hay redundancia cómica. Sabemos que Salvini es una persona. Pero su comportamiento, en la gestión de la crisis con el Open Arms, no ha sido el de una persona humana. El papa Francisco debería ser un dechado de humanidad. Sin embargo su silencio ante lo ocurrido, desde la misma Roma, sonroja a sus acólitos. Su interés por el drama migratorio sirio contrasta con este abandono. Claro que allí había cristianos. Las crisis han perdido humanidad y solo preocupan las electorales.

La psicología analiza de forma científica comportamientos, y sus trastornos, sin valorar la ética de la conducta humana. Estudiamos la personalidad, sin más. Esto nos acerca a la ciencia pero nos aleja de la sociedad. Podemos investigar la personalidad de diferentes líderes. Salvini, Trump, Orbán, Bolsonaro, Johnson y otros dirigentes de estilo estridente y autoritario, han asimilado modelos de personalidad acordes con sus respectivos personajes. Lo que les ha hecho crecer electoralmente. Ahora ellos ya son así. Esto no equivale a las diferentes conductas diferenciales, públicas o privadas, que todos tenemos y que forman parte de nuestra personalidad. El problema viene cuando el personaje se adueña de la personalidad. Algo que sufren más quienes viven de su imagen, y no con su imagen. La construcción de una personalidad dura toda una vida. Cierto que los cimientos y el esqueleto se asientan en los primeros años gracias a esa mezcla de genética y aprendizaje que nos va dando forma. Pero siempre quedan detalles, y se producen reformas, hasta el final de los días. Si además debemos crear, cuidar y desarrollar una personalidad añadida, el trabajo y el estrés son agobiantes. Que se lo digan a esos efímeros influencers de las redes sociales.

En política la personalidad de los liderazgos termina por apoderarse de la persona. La perversión hace que el personaje no sea definido por su autor sino por el público, a través de sus respuestas. Este bucle fagocita la coherencia y la caricatura domina la escena. Pero la sociedad es cruel y perecedera con sus iconos. Enseguida encontrará otro para esculpir. Lo hace en el fondo y en la forma. Algunos de estos cambios de personaje tienen sustrato físico. Como la barba con la que ha vuelto de vacaciones Pablo Casado. Superada la angustia de ser rebasado por la imberbe naranja macrónica de Rivera, llega la hora de asentarse. A su derecha era imposible competir con el vello de Abascal. Su barba, en modo caballero de la mano en el pecho, nunca sabes si indica que va a sacar la pistola o es que ya te ha quitado la cartera. Quien quiere ser líder de la oposición debe aparentar más madurez que su contrincante. La nueva tez poblada de Casado aspira a envejecerle unos años para propulsarle de joven promesa de Aznar a yerno ideal para Rajoy. Cuando la derecha manda en Madrid es que manda en España. Así que despejada Carmena, no había mejor ocasión de presentar su nueva personalidad que con Ayuso de presidenta posesa en dicha comunidad. Y es que su mirada lo dice todo. Pertenece Doña Isabel a ese peculiar abolengo de las derechas que sonríen con la mirada y te ven con los labios. Es un lenguaje que delata. Si no piensas como ella sabes que, sin un solo rictus, te desprecia a carcajadas en tu cara. Pero si eres de casta conservadora su mirada es la encargada de admitirte en su selecto club. Ayuso y Arrimadas miran igual, aunque no vean lo mismo. Ambas comparten acuerdos de gobierno con Monasterio. La jefa de Vox en Madrid aporta una visión falangista, «ojiplática», más acorde con la Sección Femenina de este pacto.

Al menos en La Rioja gobernará la izquierda. Por lo que ha tardado en llegar, el cambio es un acuerdo de gran reserva. Los que siguen en la suya son las izquierdas en España. Podemos ha vuelto a lanzar a Sánchez el rosario de la coalición de Iglesias, que le negó en julio. Y el presidente le ha devuelto las cuentas. En política el cartero no siempre llama dos veces. Godot se hace esperar. Por si hay que votar de nuevo, el PP ha patentado «España Suma». Así llama a su OPA contra Ciudadanos. Cuando has quedado segundo en tu liga, por poco, no hay nada que ayude tanto a la autoestima como que el primero te perdone la vida, invitándote a la cosa nostra común de la derecha. Que se lo digan al PP en Aragón. Quizás aquí el nombre debería ser Summa Aragón. Algo más teológico, en modo de leyenda «partúrica», para comprobar que tras perder aliados y fuerza lo mejor es seguir espantando posibles apoyos. Tal ha sido la ceguera política de Beamonte que sus compañeros, aprovechando la fiesta del próximo martes en Tarazona, le han puesto de mote Tipocegato. Ya se ven grupos de militantes, en torno a la sede popular, para arrojarle a la salida todo tipo de calculadoras para sumar pactos. Dicen que su carrera va a ser de las más largas. Último domingo de agosto y nuestro Buñuel camina de nuevo hacia el Oscar, gracias a la animación del director catalán Salvador Simó. Como bien sabe Juan Royo, el cómic nos une y, a menudo, es más humano que las personas.

*Psicólogo y escritor