He leído una apremiante carta abierta del profesor Manuel Castells. En ella, alarmadísimo ante la eventual victoria del militar ultraderechista Bolsonaro en la segunda vuelta de las presidenciales de Brasil, reclama la máxima movilización para cerrarle el paso apoyando a su oponente, el candidato del Partido de los Trabajadores (PT). Por supuesto, Castells da por hecho que el citado PT ha quedado manchado por la corrupción y el clientelismo. Pero considera que es mil veces peor la amenaza que supondría un gobierno neofascista en el más extenso, poblado e importante país de América Latina. A tales extremos hemos llegado.

Hace ya tiempo que un amigo mío, eterno activista de izquierda, confesaba que ya no queda otra salida que votar al PMM: el Partido del Mal Menor. Seleccionarlo entre el conjunto de marcas electorales es cosa de cada cual, claro. Pero en todo caso lo que parece fuera de duda es que ya no hay opciones que despierten el entusiasmo de la ciudadanía, o de buena parte de ella. Siempre tuvo lógica utilizar el sufragio a la contra, como provocación o para evitar con lo malo el triunfo de lo peor. Pero ahora parece la única alternativa. Al menos si se contempla la situación con algún equilibrio y un mínimo de sentido crítico.

En España las cosas están tal cual. Los últimos debates parlamentarios (si es que se les puede llamar así) han evidenciado la enorme dificultad de encontrar en todo el espectro ideológico, una formación cien por cien fiable. Paradójicamente, y pese a los despistados que aseguran lo contrario, la política cada vez genera más interés, y los dos espacios tradicionales, izquierda y derecha, se han perfilado como hacía decenios. En cada uno de ellos pululan distintas formaciones que compiten entre sí. Pero ambos se enfrentan con una inquina aún mayor. La pugna, teñida de un dramatismo que no encaja en la relativa estabilidad socioeconómica que todavía disfrutamos, agita los ánimos y polariza las tendencias. Tengo para mí que, al igual que en Brasil, pocos renunciarán a decidir, al menos, cuál es el mal menor.