A veces, y por extrañas circunstancias difíciles de entender, pero que tienen su lógica, individuos de corta inteligencia y penosa actitud consiguen auparse a relevantes cargos políticos. Es el caso de los tres últimos presidentes de la Generalitat de Cataluña. Tras varios lustros de gobierno de Jordi Pujol, un esperpento cínico, corrupto y ladrón según su propia confesión, ocupó la presidencia (con el paréntesis del socialista Montilla por medio) su heredero, Artur Mas, tal vez el político más torpe en décadas, un mentiroso compulsivo que engañó a los catalanes y que hundió a su partido por inepto y por amparar una corrupción sistémica; recuerden que Mas pasó de «poner la mano en el fuego por sus colaboradores» a «no ponerla por nadie», salvo por él mismo, cuando se descubrieron las fechorías que estaban cometiendo. A Mas, al que echaron los de las CUP por corrupto, le sucedió un desconocido Carles Puigdemont, cuyo gran mérito político hasta entonces era haber desalojado del gobierno municipal de la ciudad de Gerona a los socialistas. Como es bien sabido, Puigdemont se saltó las leyes que juró cumplir y que lo facultaban como presidente de la Generalitat, retó con toda deslealtad al Estado del que era máximo representante en su Comunidad, secuestró y violentó al Parlamento de Cataluña, se ciscó en la soberanía popular catalana, se saltó a la torera la Constitución y el Estatuto catalán y, presuntamente por ahora, malversó fondos públicos para organizar un estrambótico e ilegal referéndum.

Dados estos precedentes, parecía imposible superar semejante nivel de inanidad. Pues bien, ha llegado Quim Torra, un racista de manual y de ideas, y ha batido a todos con creces. El actual presidente de la Generalitat, el primero que debe de cumplir y hacer cumplir en Cataluña las leyes vigentes, va y suspende durante meses la actividad parlamentaria, anuncia que si no le gusta la sentencia del Tribunal Supremo sobre los políticos presos no la acatará y que se está pensando si, en caso de que sea desfavorable y los condene en firme a varios años de prisión, dará instrucciones para soltarlos y ponerlos en la calle.

Pues bien, este tipo es quien preside una de las comunidades más ricas, más cultas y más prósperas de España. Cómo ha llegado Torra a este cargo sólo tiene, para mí, una explicación: en política, algunos dirigentes suelen elegir a los más tontos y serviles de su entorno para que no les hagan sombra. Poniendo a un cretino al lado, el mayor idiota parecerá un genio.

*Escritor e historiador