El tráfico de bebés en España es un hecho, una verdad histórica. Una de esas realidades que causa conmoción, náusea, sensación de impotencia y horror, pero que no cesa, pues siguen dándose, apareciendo casos.

Neus Roig acaba de presentar una formidable investigación sobre el rapto de niños en nuestro país. Titulado No llores que vas a ser feliz (editorial Ático de los libros) el ensayo pone los pelos de punta con sus cifras y métodos.

Pautas que comenzaron con la España franquista. Apenas concluida la guerra civil, las cárceles para mujeres (presas republicanas en su mayoría) se convirtieron en «granjas» de bebés para abastecer a familias del régimen. Carceleros, ministros, el propio Franco y la jerarquía católica que le apoyaba resolvieron que el mejor destino para aquellos recién nacidos de vientres republicanos era pasar a ingresar familias tradicionales, donde se les adoctrinaría en las verdades del régimen y de la fe y se les proporcionaría estudios y un porvenir.

Las fotografías de aquellas cárceles-conventos de los años cuarenta estremecen por sus trágicas imágenes.

A las rojas se les cortaba el cabello al cero y se las violaba hasta que quedaban embarazadas de un hijo susceptible de engrosar la raza hispánica y beneficiarse de las prístinas virtudes acuñadas por psiquiatras como Antonio Vallejo-Nájera, formado en la Alemania nazi e introductor en España de los métodos de los Lebensborn, o apareamientos selectivos destinados a mejorar la raza aria y a prevenirla contra la psicopatología marxista. Las mujeres republicanas podían elegir entre ser fusiladas o prestarse al adoctrinamento, a la conversión, a la oración y al rezo, lo que reduciría sus condenas y podría derivar en su readaptación a la sociedad franquista.

Un libro que es una página viva de nuestra historia reciente y una denuncia que no por antigua deja de ser actual, pues no pasa día en que no se revelen nuevos casos de tráfico de niños repatriados por el régimen, reasignados o directamente hurtados de sus cunas por oficiales del franquismo con apoyo de médicos, enfermeras y capellanes de hospitales y cárceles.

Atroz.