El paro cayó en junio al nivel más bajo en ocho años. Y se anuncia que el PIB está recuperando las cifras de antes de la crisis. Incluso la ministra de Empleo, amparándose en la evolución del mercado laboral, se atrevió a sugerir que esa recuperación debía de trasladarse a los salarios. El jefe de la patronal, que en un primer momento rechazó vincular las subidas a la evolución del empleo y replicó que los aumentos deben estar relacionados con los beneficios de las empresas, giró en la misma jornada matizando que está abierto a una subida… para los salarios más bajos. Lo que parece una conjunción de voluntades distributivas no es sino la constatación de un escenario laboral al que hay que meter mano por necesidad social. Unos cuantos datos muestran el porqué de estos movimientos político empresariales. Casi 10 millones de trabajadores tienen contratos indefinidos con jornada completa y 5,5 se agarran a la parcial o temporal, un elevado nivel de subempleo a los que poco afectan las hipotéticas subidas. Según el Banco de España, los contratos firmados en la última década lo han sido por sueldos inferiores en un 24% a los de la época de la burbuja. En 2015, por ejemplo, la remuneración media anual de los indefinidos era de 24.500 euros, 16.000 los temporales y 10.000 los de media jornada. Y entre 2008 y 2016, con la recuperación del PIB a niveles precrisis, el componente de las ganancias empresariales se elevó un 26% mientras los salarios lo hicieron en un 2%. Ya toca poner orden en esas magnitudes. De momento, se verbaliza. Falta aplicarlo.

*Periodista