La violencia doméstica no es una novedosa plaga del siglo XXI ni de milenio previo alguno. La violencia de género es una situación cronificada desde tiempos inmemoriales y que se sigue produciendo, con aplastante mayoría, del hombre con la mujer.

Y no conviene olvidar la violencia para con los hijos, y la de éstos con sus progenitores y educadores, y la violencia con los ancianos, que también se da. La pérdida de valores éticos y de la propia vida humana, así como la deficiente educación --poco enraizada en el hogar, de corte más bien egoísta y en exceso delegada en el profesorado (éste enseña, no educa)-- constituyen un caldo de cultivo excelente para el posterior desarrollo de conductas belicosas tanto dentro como fuera de la casa.

Setenta muertes en un año por violencia doméstica en España son muchas muertes, demasiadas. Así pues, bienvenida será la ley integral al respecto que ponga a cada cual en su sitio; ley que, por otra parte, no debería dejar ningún cabo suelto ni permitir que nadie, en función de su sexo y condición, pudiera jugar con ventaja en un momento dado.

*Doctor en Medicina y radiólogo