Si el dolor no siguiera oprimiendo nuestros corazones, hoy tendría que ser una gran fiesta: la fiesta de la democracia. El día en que somos convocados como ciudadanos para elegir a nuestros representantes. El día de la libertad. El día de elegir quiénes y cómo queremos que sea gestionada nuestra convivencia, la convivencia entre nosotros y también la convivencia con otros: el papel de España en el mundo.

La masacre terrorista del día 11 ha teñido de luto este momento. Hoy nuestro voto, libre, está cargado de pesar. De forma empática, compartimos el dolor de las víctimas, de quienes lloran la pérdida de sus seres queridos, de quienes se preguntan por qué, sin encontrar respuesta. Hoy nos sentimos parte de ellas, vulnerables y agredidas, con algo muerto en nuestro interior.

Es cierto que la muerte no nos sorprende. Que, desgraciadamente, el terrorismo ha producido otras víctimas, en este país. Y que una sola vida humana es ya una pérdida irreparable. Pero ante tamaña dimensión de la muerte, administrada con premeditación programada e indiscriminada, ante la desmesura de atentar contra miles de personas, indefensas e inadvertidas, el horror de la muerte llega a límites de lo insoportable.

Está claro que la libertad no puede subsistir bajo el terror y si éste es incierto, el miedo puede empujar incluso a renunciar a ella. Si la libertad es una condición de humanidad, la violencia la reduce hasta hacerla desaparecer. También la violencia que surge como ajuste de cuentas, con reclamo de justicia reparadora. ¿Puede la guerra solucionar el terrorismo? La sabiduría popular acuñó una respuesta: "el ojo por ojo deja al mundo ciego".

En nuestra condición de seres humanos estamos obligados a buscar remedio ante este cáncer del terrorismo. Como en la enfermedad, además de extirpar el tumor, hay que averiguar sus causas, para establecer pautas de vida, cauces para otros escenarios, conocimiento que nos permita llevar a cabo una tarea preventiva.

Los centros de investigación para la paz de distintos lugares de España, agrupados en la Asociación Española de Investigación para la Paz (AIPAZ), han emitido un comunicado en el que además de condenar los atentados y solidarizarse con las víctimas, llaman a las distintas instituciones, a los medios de comunicación, a los centros educativos, a las familias, a las organizaciones no gubernamentales, a impulsar de forma continuada programas de educación para la paz, de gestión no violenta de los conflictos, de deslegitimación radical de todo tipo de violencia.

Los ciudadanos y ciudadanas, hoy tenemos algo que hacer: emitir un voto. Un voto por la paz. Sea cual sea su contenido, podemos hacer que sea tal si convertimos el pesar y la indignación en una firme convicción. La de convertirnos en agentes sociales activos para practicar en nuestras vidas, y también reclamar a quienes votemos y salgan elegidos, el ejercicio permanente de una política que busque la paz, por todas las vías posibles.

*Directora de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz y Vicepresidenta de la Asociación Española de Investigación para la Paz (AIPAZ)