Vi la otra noche, tirando de paciencia, un programa de Operación Triunfo de TVE. Todo es malo: los alumnos, los profesores, las canciones, los arreglos... Lo único bueno, el público, al cual, en su inocencia, se le sirve un sucedáneo de calidad adobada con toneladas de publicidad y dinero público.

Algo así, otra no menos burda Operación Triunfo viene teniendo lugar en el Congreso de los Diputados.

A cuyos camerinos van llegando, elección tras elección, cásting tras cásting, nuevos candidatos a la gloria escénica. Mal preparados, en su mayoría, pero con incalculables dosis de ambición y una astuta confianza en un público elector y votante, aunque apenas participante, entregado a la fe democrática y al sacramento de la urna.

Hasta que apaguen la televisión, como hice yo con OT.

O como han hecho esos casi 400.000 andaluces que han votado a Vox.

¿Cuánto durarán estos programas en la parrilla política? A menos que sus responsables no los renueven, que no se refresquen las normas de participación política, la ley electoral y la propia Constitución, la audiencia podría caer mayoritariamente, hasta una peligrosa abstención. Que no se detectará en las encuestas, como no se detectó en Andalucía la subida de Vox ni la súbita e intempestiva capacidad de las listas de Santiago Abascal para decantar gobiernos.

Si eso vuelve a ocurrir dentro de unos meses con las municipales y autonómicas y, sobre todo, si se implanta con proporciones superiores al 10% del electorado en unos comicios generales habremos puesto en riesgo ya no sólo la continuidad de la operación triunfo, sino de la propia cadena democrática.

Para evitarlo, es fundamental que la voz de los ciudadanos se escuche en el Parlamento español y que el Gobierno atienda a sus demandas. Si vuelven a conectar con la calles es posible que Vox se quede en un susto, en una llamada de atención, pero si se obstinan en seguir yendo a su bola, cantando sus propias canciones, y en otros idiomas, como hacen los colonizados muchachos de OT, copias de otras copias, a la democracia española no la salvará un lifting ni el botox. Ojo.