La figura de Jermaine Pennant siempre ha estado envuelta por un aura de misticismo. Se han contado un puñado de historias que narran su extravagante modelo de vida, más propio de una estrella de rock —o del George Best más activo—. Una mentalidad acorde a la de esos jugadores bañados en dinero y amantes de la noche. Así vivió Pennant en Zaragoza, una ciudad que desconocía cuando era futbolista del Liverpool y donde disfrutó de unos meses «con buenos tiempos, malos tiempos y momentos salvajes».

El futbolista anglosajón publicó hace unos días su biografía Mental, un libro en el que repasa su trayectoria, con especial interés en lo que ocurrió durante su intenso periodo en la capital de Aragón. Llegó después de que el conjunto zaragozano hubiese conseguido retornar a Primera, en el curso 2009-10. Tras terminar contrato con el club de Anfield Road se comprometió con el Zaragoza. «Logré el contrato de mi vida, además me permitieron cobrar mensualmente, algo más parecido al sistema de salarios semanales de Inglaterra. El resto recibía su salario cada seis meses».

Jermaine ya era conocido por su afición a la farándula, algo que continuó en la ciudad del Ebro, «y eso que la fiesta por ahí era horrorosa. Parecía que solo salían estudiantes». Por sus botas corría una calidad superlativa, pero fue su cabeza caótica y su vida de excesos lo que apedreó su carrera con la camiseta blanquilla. «Lo pasé muy bien con Franck Songo’o, era de los pocos que hablaban inglés y encima era muy parecido a mí».

Sus noches de desfase en El Casco quedaron atrás, junto a Songo’o se aventuraron hacia otros territorios, como un fin de semana en Barcelona lleno de lujuria. «Conocimos a unas chicas de Canadá y quedamos con ellas en Barcelona. Fue una locura. Compramos ropa, fuimos a la zona VIP del club de Patrick Kluivert. Bebimos, bebimos, bebimos y tomamos sushi. La cantidad de alcohol fue una absoluta desgracia. Después volvimos al hotel con las chicas y me puse el despertador a las 6:00, porque a las 10:00 teníamos que ir a entrenar».

Lesionado en Marbella

Tras este incidente, «aunque hubo muchos más de este tipo», llegó uno de los momentos más explosivos de Pennant en Zaragoza. Un viaje que casi le cuesta su expulsión del equipo. Jermaine no se podía ejercitar con el resto de sus compañeros por una leve lesión. Dentro de poco iba a haber un parón por partidos internacionales, pero el club no le daba días libres. «Les dije que tenía que ir a Inglaterra por unos asuntos personales. Me los dieron, pero decidí ir en esos días a Marbella».

Era la época del cierre de temporada de las discotecas, así que el futbolista decidió ir a una fiesta llamada Wicked! —perverso en inglés—; obviamente hizo honor al nombre del evento. «Hice las típicas cosas que se hacen en Marbella: estar con chicas, fiestas con champán que se prolongaban hasta que salía el sol... Pillé una muy gorda. No sabía ni dónde estaba cuando me desperté».

Debido a aquel desfase se perdió el vuelo de vuelta a Zaragoza, y también se acabó perdiendo el entrenamiento con el equipo. «Estaba en tan mal estado que no le mandé un mensaje a nadie del club. Además, el lunes dormí tanto que me perdí también el entrenamiento del martes». De pronto le llamó Sky Andrew, su representante. «Has estado en Marbella», le dijo. Pero Pennant negó los hechos. Andrew, fuera de sí, le gritó: «¡Pero si estás en la web de la discoteca en la que estuviste!, ¡te hicieron un montón de fotos! ¿De qué vas? Acabas de fichar y ya mientes sobre dónde vas». Jermaine volvió a la Ciudad Deportiva el miércoles, su sanción fue un mes entero sin cobrar. «Perdí 136.000 euros. Me salió caro».

El Porsche y la estación

Uno de los mitos que envuelven a Pennant es su marcha de Zaragoza, dando pie al famoso suceso de su Porsche Cayenne que dejó en la estación. «Se han contado muchas historias y todas son falsas». Tras haber jugado cedido en el Stoke, el inglés quería firmar con este equipo a toda costa. Era el 31 de agosto del 2010, por lo que debía correr a Inglaterra para presentarse con su nuevo club. «Tenía que coger el tren a Madrid y llegaba muy tarde. Si lo perdía estaba muerto. Llegué y salté del coche —literal— para subirme. Dejé el coche abierto con la llave dentro por si tenía que volver. Unas semanas después llamé a Fernando, mi traductor, para que llevase mi coche a otro garaje. Todo estaba controlado, además ya habían contactado conmigo. No me olvidé del coche, ni lo abandoné. No soy tan estúpido». Su manager, Sky Andrew, matiza la historia añadiendo que «Jermaine se bajó del coche y lo dejó en marcha hasta que se agotó la gasolina. Eso es lo que pasó».

Su paso por el Real Zaragoza fue intrascendente. «No me lo tomé en serio porque estaba ocupado pasándomelo como nunca lo había hecho. Ellos me pagaban una fortuna y no lo hice bien. Si soy honesto, no me comporté bien con el club», relata Pennant en su biografía. Un jugador de alto magnífico pero, como tantos otros, perdido por la lujuria de la noche.