No, aún ni siquiera han acariciado el éxito. Son dos chicos que acaban de iniciar su segunda década de vida y cuyo techo antes del pasado verano alcanzaba hasta la Segunda B. Uno vino del filial zaragocista por mandamiento de la nueva dirección deportiva y el otro fue reclutado de la fábrica del Real Madrid. Sus caminos se han cruzado en este Real Zaragoza azotado por el peor temporal de la historia del club, un lugar inhóspito donde el único latido que se escucha es el arroyo perenne de la afición. Julián Delmás y Aleix Febas, así se llaman estos futbolistas que luchan por ganarle tierra al mar, que han desplegado las velas de la ambición intrínseca a los muchachos de su edad y que, pese a su estreno en el profesionalismo, comparten algún que otro tatuaje de viejo marino. El lateral jugará de titular este lunes en Oviedo su segundo partido de Liga por la baja de Alberto Benito. El centrocampista acaba de ser reclamado por la selección española sub 21. La aguja de la báscula sobrepasa con apuros los 60 kilos en sus pesajes y en la medición de altura se elevan por poco por encima de los 170 centímetros, pero este par de ligeras canoas van subiéndose a la cresta del protagonismo, una ola que surfean con distintos estilos y el denominador común de la ilusión.

Delmás es el 2 de toda la vida. Por delante tiene a Alberto Benito, en la enfermería por su lesión de fibras, un lateral de elegante proyección ofensiva y notable rigor defensivo. No le será fácil desplazar a su compañero, pero va a disponer del tiempo suficiente para darse a conocer al gran público. El zaragozano había recibido elogios de sus entrenadores y de la prensa antes de que le llamaran para dar el salto al primer equipo. Es el sino de los canteranos, obligados no sólo a ser buenos sino también a parecerlo para merecerse una oportunidad. Contra el Tenerife y el Lugo, Delmás ya ha presentado sus credenciales para quienes habían oído hablar de sus virtudes sin presenciarlas en vivo. En realidad guarda muchas similitudes con Benito, que le adelanta en experiencia. Posee atrevimiento, buen pie, carrera larga, cabeza alta cerca del área rival y contundencia cuando lo requiere el asedio a la suya. Todavía está en pleno proceso de ganar en competitividad física, de ajustar algunas piezas de su fútbol a las exigencias de la categoría, aunque ofrece garantías para ocupar el puesto de principio. Su mejor versión, lógicamente, está por llegar, pero el aperitivo que ofrece es el de un jugador maduro y fiable que nunca se arruga frente a la responsabilidad. Todo lo contrario.

Por el mediocampo, Aleix Febas vuela como una mariposa y pica como una abeja. Este pequeño mozart ya ha desatado algunos terremotos cuando coge el balón y compone un bello asalto a las líneas enemigas. Domina, se gira y corre por encima de las teclas del piano con varias sierras mecánicas persiguiéndole. En el partido ante el Alcorcón le dejaron las piernas con más cardenales que el Vaticano y frente al Nástic también salió con la carrocería magullada de los golpes. El leridano, líder del ránking de los mártires de la categoría, se ha hecho fuerte pese a todo en el trivote, presentándose con asiduidad para desatascar las zonas minadas y exhibiendo una delicada y veloz forma de sortear tanquetas, que le abaten por lo civil o lo criminal. En muchas ocasiones con la colaboración de colegiados permisivos con el cuchillo del carnicero y solemnes para acallar al ruiseñor. Al igual que a Delmás, le falta algo de músculo, aunque ambos sobreviven con holgura con sus cerebros de cálculo fino y una inteligente interpretación del juego y sus necesidades. El gimnasio les ayudará, pero disponen de algo más importante: ese je ne sais quoi que tarde o temprano les hará triunfar aunque les lleve tiempo y paciencia.