Gustavo Poyet, uno de los héroes de la Recopa, ha hecho un alto estos días en Zaragoza antes de volver a Burdeos para planificar la próxima temporada con el Girondins, el equipo que cogió en enero a un paso del descenso y ha colocado en Europa. El uruguayo de las lágrimas inolvidables en el césped del Parque de los Príncipes se sentó en un salón del Gran Hotel con EL PERIÓDICO DE ARAGÓN para hablar de fútbol, el de ahora y el de antes.

­—¿Qué contactos guarda con el Zaragoza?

Todos. El whatsapp nuestro, que es muy privado, es espectacular.

—¿El de la Recopa?

Sí. Es extraordinario, realmente único. Ahí sigue la gran familia. Nos ocupamos un poco todos de todos. Si hace algo Esnáider en Japón, ahí vamos todos detrás de él; si Darío consigue trabajo en Argentina, allí estamos. Es una cosa excepcional. Encima, como para darnos más placer, este año se sumó el Negro Cáceres.

—¿Ha mejorado?

Lo que ha hecho demuestra lo que es el Negro. Está participando bastante, constante. Al principio era más complicado para él, pero ahora está ahí metido.

—¿Se puede desvelar algo?

Se habla de todo. Por ejemplo, el Flequi (Belsué) es el encargado de los cumpleaños. ¡Los sabe todos! Cuando uno se levanta a la mañana y ve que que pone ‘Feliz cumpleaños, tal’, ya sabe que acto seguido caen 24 mensajes (risas). ¡Es espectacular! Es el delegado del grupo (carcajada).

—¿Se habla también de lo que va haciendo el equipo?

Sí. El trabajo del Flequi es el Real Zaragoza y cuando hay algún resultado especial, se le dice. Se siguen los resultados, claro.

—¿Le quedan muchos amigos en la ciudad?

Sííí. Los vi a todos. Pasé a ver hasta al mecánico (risas).

—¿Qué piensa del equipo?

Después de lo que pasó con el Huesca, ahora hay que subir sí o sí. Si alguien tenía alguna duda, ya no queda ninguna. Que no me lo tomen a mal, pero lo veo así.

—¿Ha podido ver algún partido recientemente?

Poco. Me quedo con los últimos meses, claro. En enero estábamos todos con esa incertidumbre y pensando en otro año que se va. De repente, el equipo agarró una consistencia espectacular y ahora puede pasar cualquier cosa. Yo tomaría el ascenso del Huesca como una motivación extra, no tengo ninguna duda. Hay que reconocer que han hecho las cosas de una manera espectacular y que no todo es dinero, que se pueden hacer otras cosas, que es posible llegar por otra vía. Eso es muy bonito y hay que felicitarlos, pero eso no separa la rivalidad.

—¿Percibe a algún jugador destacado?

Esta ciudad recuerda mucho a los que hacen cosas importantes. Si el Zaragoza sube, se va a hablar de muchos jugadores durante mucho tiempo. Y si no sube, pasarán como tantos otros que hicieron cosas buenas pero no les alcanzó. Hay que ganar, es la diferencia. No puede ganar un balón de oro un jugador que no gana un Campeonato del mundo o una Champions. Acá es parecido.

—¿Cómo puede explicar la forma en que la gente le devuelve ese éxito a lo largo de los años?

Le cuento lo que me pasó hace un rato en la puerta del hotel. Se me paró un señor con bastón, empezó a mirarme como si no creyese que fuera yo. Sí, sí, soy yo. Empezamos a hablar y casi no paramos. Le tuve que pedir disculpas porque me tenía que ir. Si no, aún estaríamos ahí. Quiero decir que en Zaragoza la gente mayor te reconoce de una manera emocional. Eso es algo increíble, tan emocionante... La gente nos puso hace muchos años en un lugar privilegiado.

—Todavía es un héroe de París.

Uno siempre sueña con ganar algo cuando empieza una temporada, pero eso… Por más que Andoni nos metía en esos líos bárbaros cuando hablaba en el ayuntamiento, no era algo que pareciese probable. Al principio de la temporada, de esa posibilidad no hablaba nadie. Era un equipo muy copero, eso lo sabemos todos, nos fuimos enganchando, nos pusimos a un nivel extraordinario y pasó lo que pasó. Ese triunfo, además, sirvió para rejuvenecer mucho La Romareda, que siempre fue de aficionados más mayores. Hubo un clic ahí.

—Si ve ahora la media de edad en el estadio no se lo cree.

Me alegro. Es integrador. Entonces, con ese rejuvenecimiento, la afición de La Romareda pasó a ser más parte de la ciudad.

—¿Cómo recuerda La Romareda? ¿Qué se siente en el césped cuando llegan los partidos en ebullición?

Al no ser un estadio grande, el sonido es espectacular. Y el bufandeo también, como decía el Yiyi. Por eso siempre nos quejábamos de que solo se llenaba contra el Barcelona y el Madrid. No sé quién me dijo que solo se llenaba esos días, el de la promoción del Murcia y cuando vino el Papa (risas). Ahora en serio, ese estadio lleno te da un plus.

—¿De verdad la afición puede llevar al equipo a Primera?

No tenga ninguna duda, ninguna. Cuando llegué el lunes a Zaragoza, una de las primeras cosas que me dijeron fue: “No sabés cómo está La Romareda”. Qué lindo, pensé.

—¿Por qué no va a algún partido a La Romareda?

Porque están bien. Imagine que vengo yo y pierde. Me quedo traumatizado para toda mi vida (risas). No, no, ni loco voy.

—¿No le parece extraño que siga teniendo semejante vinculación sentimental con el Zaragoza cuando hace ya 20 años que se marchó?

Hay varios factores. Primero, que fueron siete años. Luego, que mis hijos son de acá. Y después, lo que nos acercó el ganar.

—¿Ganar une?

Sin ninguna duda. Por más que nosotros éramos un buen grupo, que teníamos una buena vida social y las familias se conocían, los festejos unen. Ahí compartes algo que no es común, sobre todo en un equipo como el Zaragoza. Cuando compartes eso, te une para toda la vida. Es lo mismo que nos pasó con la gente.

—¿Cuándo será entrenador del Zaragoza?

Por lo menos algo ya cambió en el club. Se nota una tranquilidad. Se ve algo que, digamos, es más lógico. Yo ya dije que con Agapito no venía. Y no era una cuestión de esconderse, es que en esas condiciones no venía. Ahora ni hablo, es una falta de respeto. El equipo está de puta madre y tiene un técnico. Luego, lo fundamental para estas cosas es el timing, que si algún día se puede dar yo también esté libre… En fin, no es tan fácil. Pero a veces pasa. Todavía queda tiempo, tampoco soy tan viejo...

­—¿Cuánto tiempo llevaba sin pasar por Zaragoza?

Dos años. Después de mi paso por China, que fue una experiencia espectacular, fui a Burdeos, donde me he encontrado una ciudad maravillosa, un gran club y un estadio increíble con un césped maravilloso. Solo nos falta tenerlo lleno siempre.

—No es nuevo en el país. Antes de llegar al Zaragoza en 1990 ya tuvo una experiencia en Francia.

¡Treinta años han pasado! Estuve en el Grenoble año y medio. Viví dos aspectos totalmente contrarios. La parte deportiva me fue horrible, no jugué bien. Pero en la parte humana crecí mucho, una enormidad. Tuve que empezar a pagar facturas, a preocuparme del apartamento. Tuve que aprender a vivir solo.

—Es mucho tiempo, desde luego. ¿Había pensado que podría volver a encontrarse con el fútbol francés?

Había perdido bastante contacto con Francia, pero increíblemente siempre pensé que era una opción. No sabía cuándo, ni me lo había planteado. También soy muy realista y cuando uno ve que solo hay tres o cuatro entrenadores extranjeros en veinte equipos, o tiene una entrada muy especial o llega a un cierto nivel como Emery, que ganó la Europa League dos o tres veces con el Sevilla. No es que uno ponga el nombre en un lugar y eso llegue. Se dieron las circunstancias justas en el momento justo, pero no me esperaba en este momento volver a Francia.

—¿Qué se ha encontrado?

Un fútbol muy fuerte, muy físico, con jugadores muy grandes. Hay muchos jugadores de origen africano de más de 1,80 de alto. Tienen un presencia enorme y son tremendos en el uno contra uno. Por lo demás, hay mucha igualdad entre los tres o cuatro equipos que no estamos arriba. Estamos por detrás de PSG, Mónaco, Lyón y Marsella, en el grupo siguiente, con el Saint-Etienne, este año el Rennes, el Niza...

—¿Cuál es el proyecto?

Este año era la salvación. Cuando yo llegué a un acuerdo para ir allí, el equipo estaba a dos puntos del descenso. Tuvimos una muy buena racha, luego una mala, y un final de temporada extraordinario. Eso nos catapultó a la Europa League. Fue bastante inesperado, hay que ser honesto. Ganamos un partido clave contra el Lille y luego fue todo rodado. Tuve que dar justo antes un golpe, un shock, con una cantidad de cambios internos. Tampoco sabes si te van a dar resultado. No hay un librito que te diga: ‘Cuando no ganes, haz esto’. Pero hacía falta y encontré un grupo de 12-13 jugadores que fue con los que terminé el campeonato. Ese grupo tuvo un carácter, un juego y una agresividad que nos dio el equilibrio. Ahora nos va a tocar jugar en Europa y todo cambia. Hay futbolistas capaces de jugar sábado, martes, sábado, martes… Son los jugadores de equipos ‘top’. Los demás no están acostumbrados y cuando juegan dos partidos por semana, o bajan el nivel o se lesionan.

—¿Su idea es quedarse?

Sí. Tengo contrato y el final de temporada me ha entusiasmado. Lo que pasa es que este verano es clave. Lo más importante hoy en día en el fútbol, sin ninguna duda, es la compra y venta de jugadores. Si se hace bien el trabajo en verano, el resto del año es mucho más fácil.

—¿Qué sacó de su etapa en el Shanghái Shenhua, en China?

El fútbol es normal. La vida en Shanghái es buena porque es la ciudad más moderna de China, por ahí tuve suerte. El fútbol se toma como un deporte natural, pero no es muy popular, por más que cada vez vaya más gente. Yo vivía en una ciudad de 50 millones de personas y al estadio van 30.000. No conocen mucho el fútbol ni te reconocen por la calle. Los jugadores son privilegiados, un grupo muy élite. Son muy poquitos y cobran muy bien, el jugador chino también. Hay un poco de ese glamour de jugador de fútbol, dinero, fama… Tiene un estatus importante.

—¿Hay semejanzas con el fútbol europeo?

Es muy desordenado en el sentido táctico, todo el mundo quiere atacar. Los partidos terminan 4-3, 5-5... En los equipos con técnicos extranjeros se pueden dar resultados más naturales, pero también es difícil convencer al jugador para que defienda, para que sufra. Están creciendo porque el Gobierno ha decidió que el fútbol tiene que mejorar y punto. Y cuando se lo propone el Gobierno, sucede. Sé que hay mucho debate con ir o no a China, pero creo que este es el momento, después no sabes lo que va a pasar.

—¿No es una burbuja?

Están dando un paso adelante en términos de organización hacia la base. Ahora el fútbol es obligatorio en las escuelas, por ejemplo. Pero para que esos niños lleguen a jugar como profesionales estamos hablando de que tienen que pasar 15 años. ¿Se podrá mantener el nivel de la Liga durante todo ese tiempo? ¡Buf! No lo sé. Pero sí va durar un tiempo.

—Hay dos barreras, además, la comunicación y la idiosincrasia.

Yo hablaba en español, tenía un traductor. Nunca llegan las cosas igual, ni siquiera cuando te enfadas, pero lo necesitas. A nivel deportivo es distinto, difícil de explicar. A nivel personal fue una experiencia extraordinaria. Tienen una forma de vivir la vida que aquí no tenemos ni idea.

—¿El fútbol chino, el francés, el inglés y el español se parecen?

Me gusta separar la trascendencia de cada uno. La que tiene la Premier League no la tiene ningún otro fútbol en el mundo. De España lo que llega es el Barça y el Madrid, a veces el Atlético. El resto no existe. La Premier es un producto completo. Cuando tuve la suerte de trabajar allí me di cuenta de que la trascendencia, para bien y para mal, es tremenda. Conmigo se ponía en contacto gente de Australia, de China, de Hawai... Luego, en cuanto a fútbol, es cuestión de gustos. Si te gusta más dinámico y con más gente en la grada, el inglés; el más técnico es el español... Pero ahora te encuentras jugadores de todos lados en todos lados.

—¿Salió quemado del Betis?

En el Betis me equivoqué yo. En cuanto me nombraron la palabra Betis, dije sí sin pensarlo dos veces. Fue un error. Tenía que haber averiguado qué era lo que rodeaba el equipo y en qué situación social estaba. Después, claro que salí rápido por un tema social. Como salió Montella y como saldrá el técnico del Betis o el Sevilla en octubre o noviembre si van duodécimos. No se puede mantener porque hay un nerviosismo social fuera de lugar en Sevilla, y al que le toca se va fuera.