El Real Zaragoza apuesta por el silencio. Nadie de la cúpula del club se pronunciará esta semana acerca de la delicada situación del equipo, en puestos de descenso a Segunda B, ni sobre la fractura abierta con La Romareda, que el viernes cargó contra todo y contra todos. Tampoco habrá manifestaciones acerca de la polémica en torno a Pombo y sus palabras a los aficionados que esperaron al equipo al término del encuentro ante el Cádiz. El Real Zaragoza, pues, apela al silencio y al trabajo. No habrá más manifestaciones que las que llevará a cabo esta mañana Alberto Zapater, el capitán, en rueda de prensa.

Así se ha decidido desde el club, a pesar de que numerosas voces reclaman la presencia de algún alto ejecutivo que dé la cara en uno de los momentos más críticos en la historia moderna del Real Zaragoza. Lo hizo el director deportivo, Lalo Arantegui, hace un mes y medio, justo después del empate en casa ante el Tenerife que propició el despido de Idiakez y la llegada de Alcaraz. Entonces, Lalo asumió toda la responsabilidad, lamentó la situación en la que quedaba inmerso un Zaragoza que quedaba a dos puntos del descenso y a cuatro de la promoción de ascenso, y prometía trabajo para revertir la situación. También entonces, Lalo aseguró que Alcaraz sería entrenador del Real Zaragoza, al menos, hasta el 30 de junio. Apenas seis jornadas después, el equipo aragonés se ha hundido en la tabla clasificatoria tras ganar un solo partido, lo que le ha abocado a ocupar ya posiciones de descenso y a alejarse ya a 12 puntos del sexto clasificado. Un mundo.

LA GRAN BRECHA

Pero, con todo, no es esa la brecha más sangrante. El divorcio con una grada harta y el malestar existente tanto en el vestuario como fuera de él por el episodio protagonizado por Pombo junto a aficionados zaragocistas, ante los que criticó la actitud de algunos de sus compañeros, empeoran todavía más una situación ya de por sí alarmante. Las redes sociales muestran un vídeo en el que el canterano, seguramente con buena intención, acabó cargando contra miembros del vestuario sin determinar a los que, visiblemente molesto, acusó de que «no quieren». El paso de las horas no ha hecho sino encender más los ánimos y fomentar la división entre los que defienden la postura del futbolista y los que consideran que fue un error mayúsculo que no debería quedar impune.

En el club no ha gustado el episodio, pero, de momento, no se contempla adoptar medida alguna al respecto. Los altos estamentos de la entidad abogan por dejar el asunto en manos del vestuario y de Alcaraz y que sean estos los que gestionen la polémica. No habrá, pues, un pronunciamiento oficial al respecto.

Tampoco habrá, esta vez, mensaje oficial de tranquilidad o de confianza plena en el entrenador y en la plantilla. De momento, silencio y trabajo. La pretensión es reclamar unidad como factor esencial para salir de esta. De arriba abajo. Confianza en los jugadores, esperanza en una mejoría en un futuro a corto plazo y disposición a reforzar la defensa del equipo en el mercado de invierno. Pero nadie del consejo de administración, presidencia o las direcciones general y deportiva lo expondrán en público. La apuesta, esta vez, es callar y centrar todos los esfuerzos en trabajar duro.

Así que la voz de Zapater será la única que escuchará el zaragocismo como análisis interno de una situación que, se considera en el seno interno del club, requiere la intervención de uno de los capitanes. Y el primero es el ejeano, que comparecerá para dar unas explicaciones que, de momento, nadie más piensa ofrecer. Tampoco está previsto que lo haga Pombo, cuyo entorno sostiene que sus palabras a los aficionados en los aledaños de La Romareda se sacaron de contexto y fueron malinterpretadas.