¿Quieren primero las buenas o las malas noticias? Hay un poco de todo. Quizá más de lo segundo. Las buenas son que el Huesca no perdió, que logró dejar su portería a cero, que lo hizo ante un rival de Champions como el Villarreal, que se intuye que Pacheta tiene un plan de contención para salir de esta. ¿Las malas? Que no se ganó, que casi ni se intentó hacerlo por méritos propios, jugando al fútbol. Que ya son cuatro los partidos sin marcar. Que el peligro no llegó, ni los tiros. Que el cerocerismo no le dará la permanencia. Pero quizá si la recuperación.

Romo detrás e invisible arriba. Bipolar. Ese fue el Huesca. La apuesta fue por eliminar uno de sus males y evitar errores defensivos. El primer paso, el argumento más usado, de cualquier equipo que pretenda ser competitivo y más si se siente chico ante los demás. Y ese es el caso del colista. Y no está mal para el segundo partido de un entrenador. Pero siembra desilusión si se cuenta que es el 20º de un grupo que empezaba a seis de la salvación. Habrá que dejar hacer a Pacheta, para eso vino, pese a las prisas del agua al cuello. Quizá este sea el camino. Lo será si se construyen ocasiones y se aporta algún gol, eso que ayer no se vio ni acercarse por Siétamo.

Dijo Pacheta antes del partido que el objetivo ante el Villarreal era destruir su juego, quitarles la pelota para tenerla en propiedad. La filosofía se quedó encerrada en el vestuario sin cerrajero de auxilio. Para nada se vio ese planteamiento. Más bien parecía el Huesca encantadísimo de conocerse enjaulado, embotellado, enclaustrado atrás, parapetado con todo, atrincherado, mirando la portería de Asenjo con catalejo. Una presión adelantada antes de elevar dos obstáculos de cinco defensores enriscaban el toque y toque de los castelloneses hacia la esterilidad. Era el antifútbol. El bostezo. La reclusión. Nada que ver con lo que fue el Huesca en La Cerámica, queriendo el tú a tú con su adversario. Ese mismo Huesca que ahora es colista, también hay que decirlo. Como en una de esas recientes eliminatorias de Copa, se colocó el cartelito de perdedor, a esperar y soñar un milagro alcoyano.

Tanto achicó los espacios hasta el milímetro que en esta maraña el Villarreal quedó atrapado sin respuestas, sin Gerard, lesionado, y sin Alcácer, en la banqueta. El Huesca andaba agobiado por la presión amarilla. Le duraba menos la pelota que una gacela coja dura en el Serengeti. Los intentos eran con el balón cosido a la bota de Ontiveros o en un zambombazo a la espalda de los centrales. Una especie de chilena de Maffeo y la rosca reconocible de Ontiveros fueron el único cargo oscense. Una rabona sin ángulo que acabó en el palo de Bacca y un lanzamiento desde Sabiñánigo de Parejo fueron la contraprestación del Villarreal. Si querían ganar así, lo llevaban claro. Del 0-0 no se pasaba ni se paso con ese trato de no agresión que ni Ribbentrop y ni Molotov. Ningún tiro a puerta y un córner en esos 45 minutos.

Cambios

Esto no podía seguir así. Ya no por simple dignidad hacia el fútbol sino porque con doce puntos no se debe jugar a empatar. El Huesca sacó la cabeza del caparazón. Otra chupada de Ontiveros, que vio la quinta amarilla y no jugará con el Valladolid, y favorecido por un rebote propició un aviso de intenciones. Un robo adelantado de Okazaki supuso otro disparo. Luego un córner, una declaración de comienzo de las hostilidades con fuego.

Y de sustos. Porque en una contra, esas que no se habían permitido, Moi Gómez justificó la renovación de Álvaro Fernández. Su paradón desactivó la oportunidad más clara y quizá la única verdadera en 90 minutos de juego.

Parecía que el Huesca maniobraba hacia la ambición. Pacheta cambió a sus tres delanteros y apostó un tridente central. Abrió más los espacios, pero no producía, salvo por Galán. No transformó mucho el panorama, tampoco la contundencia atrás. El Villarreal sólo proponía desde robos o acciones aisladas, como un tiro de Pino, refresco junto a Alcácer. Porque Emery movió el banquillo para ganar. Pacheta, no. Ferreiro se quedó inédito por primera vez este curso. Y realmente a ambos parecía que les valía el empate. Aunque para uno no era tanto.

Ficha técnica:

Huesca: Álvaro Fernández, Maffeo (Pedro López, min. 73), Pulido, Siovas, Gastón Silva (Luisinho, min. 82), Javi Galán, Seoane, Doumbia, Ontiveros (Mikel, Rico, min. 55), Escriche (Sergio Goméz, min. 55) y Okazaki (Rafa Mir, min. 55),

Villarreal: Sergio Asenjo, Ramiro Mori (Fer Niño, min. 84), Albiol, Pau Torres, Capoue (Coquelín, min. 75), Pedraza (Estopiñán, min, 75), Parejo, Moi Gómez, Manu Trigueros (Yeremi Pino, min. 61) y Bacca (Alcácer, min. 61).

Árbitro: Alberola Rojas (comité manchego). Tarjetas amarillas a los locales Ontiveros y Escriche y al visitante Capoue.

Incidencias: Partido de la 20ª jornada de la Primera División disputado en el Alcoraz sin público debido a las medidas del covid.