No son leyenda porque se tocan. En Guaso, en San Vicente de Labuerda, en Almazorre o bajo las vergonzantes aguas de Mediano resisten esas pequeñas techumbres picudas sobre cuatro paredes de piedra. Los esconjuraderos son parte de la magia pirenaica del Sobrarbe. Cuentan que, cuando las bruxas se afanaban malas ellas en arrastrar tormentas, el buen pastor de almas corría a su protección para invocar desde ellos al Señor el ruego de escampar los cielos y desviar los males hacia otros valles.

Con esa energía que gasta, con ese ímpetu de darlo todo, quizá cuando Pacheta se entere de esto le dé por encaramarse a lo alto de un tozal, al cerro de San Jorge mismo, y ponerse a lanzar conjuros para reducir el entuerto en el que se ha metido. Tiene pinta de que si supiera que funciona se convertiría en el esconjurador del Huesca que espante sus penas. Sería una curiosa forma de pedir la victoria ante el Villarreal en su debut en El Alcoraz este sábado (14.00). Un partido que será su segundo y también será la mitad. Porque se cruza el ecuador de LaLiga con doce puntos, cantidad con la que solo se salvó el Zaragoza (11-12), y con el reflejo de ese primer día esperanzador en La Cerámica, ese gol de Maffeo, ese fútbol, que ahora persigue recuperar.

Tiene Pacheta, o hasta que el club diga lo contrario, una vuelta entera para darle una pirueta completa a este equipo. Aunque apostó por dar una continuidad de toque de balón, de esencia, en Getafe ya pudo ver sobre el césped todas las repetidas debilidades que han llevado a este grupo hasta esta vereda. Tampoco es que haya tenido mucho tiempo para perpetrar alteraciones en los escasos entrenamientos entre el miércoles y el viernes, pero la necesidad cada vez mayor de sumar una compañera a la solitaria victoria del Alavés es cada vez más acuciante viendo que la salvación queda a un boquete de seis puntos, la comparación de reacción histórica es mala y se ha formado un vagón de cola con los seis equipos más torpes en Primera.

Su irrupción no ha generado una mutación milagrosa. El despertar de moral de su discurso no trajo el triunfo del tópico del nuevo entrenador. Es verdad que el técnico habilitó un sistema más protegido con cinco defensas y alineó a dos hombres que apenas habían sido visibles como Gastón Silva y Escriche buscando algo.

Más allá de la forma, el Huesca se impulsó en su deseo de agradar a su nuevo señor en los primeros minutos. Sin embargo, pereció finalmente en la misma impotencia ofensiva y en la reiteración de errores defensivos que le están desangrando en puntos. La derrota no invita a la repetición, aunque tener El Alcoraz cerrado, puede ayudar a ser cauteloso y paciente ante un rival de toque y ataque.

Sin noticias de fichajes ni de salidas, Pacheta mantendrá una plantilla cosida por las bajas. Persisten las molestias musculares de Sandro y Mosquera, más Eugeni, que ha vuelto a entrenar pero será protegido ante una pronta salida. El covid mantiene maniatados a Andrés, Real e Insua, tras confirmarse su último positivo. En este parte descansan tres posibles titulares. No son pocos. Las variantes aguardan con lo que hay.

Sin Gerard Moreno

El Villarreal ha mejorado mucho de la versión que fue acorralada por el Huesca de Míchel en la primera jornada (1-1). No fueron premoniciones de esconjuradero. Porque Emery ha solidificado su proyecto ganador, compitiendo por las plazas de Champions, y el Huesca está donde está. Sólo ha perdido dos partidos, ambos fuera de casa (Barcelona y Sevilla), y se mantiene vivo en la Copa y en la Europa League. Su último partido, el miércoles, fue un empate ante el Granada (2-2).

Una estadística es clarividente. Entre sus dos mejores goleadores, Gerard (10), que no viajó a Huesca por lesión, y Alcácer (5) llevan más tantos que todo el Huesca. El ‘ex’ Moi Gómez se ha estabilizado en el once de un equipo que busca la posesión. El Villarreal, que hace dos temporadas empató en El Alcoraz (2-2), contará con las bajas de larga duración de Iborra, Alberto Moreno, Mario Gaspar y Samu.