El pasado 1 de abril Bernard Heginbotham mató a su esposa de varias puñaladas, pero el suyo no ha sido un crimen pasional, ni un caso más de violencia doméstica. La trágica historia de este bisabuelo inglés de 100 años, que terminó con la vida de la mujer con la llevaba 67 años felizmente casado, se ha transformado en una denuncia sobre la precariedad y el descuido con que la sociedad actual trata a los ancianos.

Heginbotham llevaba mucho tiempo cuidando de Ida, a la que le habían sido reemplazadas las dos caderas y que a los 87 años apenas podía moverse a causa de la artritis. Una caída el pasado mes de enero obligó a la anciana a abandonar definitivamente el domicilio conyugal, en Preesal, en el condado de Lancashire. La familia eligió una residencia privada cercana, donde pudieran proporcionarle los cuidados que requería. Desgraciadamente, la paciente fue enviada al cabo de pocas semanas a otro establecimiento y de allí, en febrero, tras una nueva caída, al hospital.

Decisión fatal

El 27 de marzo, al recibir el alta, la pensionista fue ingresada en otra residencia, muy cercana a su domicilio, de forma que su esposo pudiera visitarla a diario. Cuatro días más tarde, el señor Heginbotham supo que su mujer sería trasladada de nuevo, por quinta vez en sólo tres meses, a un centro más apartado, donde le sería imposible ir a verla cada día.

Fue entonces cuando tomó la decisión irrevocable. Armado de un cuchillo, acabó con la vida de la enferma e intentó quitarse la suya cortándose las venas. "Es difícil pensar en un caso más triste", declaró el juez Brian Levenson, quien el jueves, después de escuchar cómo el acusado admitía el crimen, le dejó en libertad. Lo ocurrido, según declaró el juez, fue "un acto de desesperación" cometido por "un hombre dedicado al cuidado de su mujer"."Un acto de amor, aunque fuera horrible".

El magistrado pidió a los servicios sociales que examinen la forma en que se trata a los pensionistas vulnerables. Según un portavoz de la asociación Help de Age, que vela por el bienestar de los jubilados, "para la gente mayor cambiarse a menudo de residencia puede ser devastador y trágico". Los hijos de la pareja desean ahora que el atormentado cabeza de familia pueda pasar el resto de sus días en paz y sosiego.