El drama de la inmigración clandestina tiene nombre. Mejor dicho, nombres. Se llaman Bertin, Florent, Alieu, Rabeh, Naser... Todos ellos se encuentran ahora mismo en la ciudad de Ceuta. Vista desde fuera, su vida en el primer mundo es un verdadero infierno. Las casas en las que viven son chabolas. Su ocupación consiste en ver pasar el día. Apenas hablan español. Y, sin embargo, son capaces de sonreír y decir que "Spain is good, very good" . Saben que su situación es dramática, pero todos se muestran convencidos de que cambiará en un futuro. Es cuestión de aguantar.

Que se lo digan a Naser el Hawari. Tiene sólo 21 años y ya es la segunda vez que viene a España. Hace cuatro meses, la policía le pilló y le expulsó del país. Si le pillan esta vez, asegura que lo volverá a intentar. Ni muerto vuelve a Argelia. "En mi país, te cogen y te convierten en soldado", dice.

Contenedores y cartones

Naser afirma que tiene "una habitación con vistas al mar". Sí que la tiene, pero no es una habitación. Es un colchón colocado encima de una de las piedras de las escolleras del puerto. El chaval, que lleva un mes durmiendo en ese lugar, tiene humor para compararlo con un hotel. A escasos metros, están sus compañeros de piso , que también son de nacionalidad argelina. Son unos cien y viven en chabolas, construidas con contenedores de basura y cartones. Son claustrofóbicas e inmundas. Duele mirarlas.

También desconsuela ver la pasión con que todos enseñan su papel. No es más que un folio firmado por la policía. Naser lo tiene guardado en una cartera de Piolín. En el papel está escrito su nombre, su país de origen y su motivo para viajar a España: el asilo político. Se trata de la misma petición que realizan la mayoría de los sin papeles que consiguen llegar a Ceuta.

Naser muestra su papel como un tesoro, pero en realidad no es nada. En el texto está escrito que su próxima cita con la policía será el 24 de septiembre. Ese día, los agentes le dirán si su solicitud ha sido admitida. Con toda probabilidad, le dirán que no --son pocos los expedientes admitidos-- y firmarán su expulsión. A partir de ahí, las autoridades se desentenderán de Naser. No le echarán porque no hay medios, simplemente harán como si no existiera. Por supuesto, el chaval tampoco se irá, así que será un sin papeles más buscándose la vida en España. Como todos.

Las escolleras del puerto son uno de los puntos calientes de Ceuta, cuyo Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) se encuentra más que saturado. Los que no caben en el centro, unos 400, se autodividen por nacionalidades y malviven en varias zonas de la ciudad. La mayoría de ellos todavía no ha cruzado una palabra con un ciudadano español que no sea religioso o policía.

El segundo punto caliente es el antiguo colegio de san Antonio, que está en lo alto de la ciudad. La escuela la ha habilitado la hermana carmelita Paula Domingo, sister Paola como la conocen los sin papeles. Cada día duermen allí unos 200 subsaharianos. Los de hay de Mali, de Gambia, de Camerún, de Ghana... Pasan el tiempo viendo películas, jugando al fútbol y a las damas. Eso sí, las fichas no son fichas sino tapones de botellas.

Naves quemadas

Por último, están las naves de la barriada del Sardinero. Mejor dicho, estaban. Ayer, un grupo de inmigrantes las quemaron. No se sabe el motivo. Hasta ahora, habían vivido allí unos 70 inmigrantes de India y Bangladesh. Tras las reiteradas peticiones de dos religiosos jesuitas, David Saíz y Eduardo Infante, las autoridades los desalojaron y los enviaron al CETI. Ojalá nadie tenga que volver a pisarlas.