Los genes, por sí solos, no determinan cómo se comportará una persona. Eso sí, pueden darnos una pista importante. Un equipo internacional de investigadores ha identificado 124 variantes genéticas asociadas con las conductas de riesgo.

Los resultados de esta investigación, publicados ayer en la revista especializada Nature Genetics, podrían arrojar luz sobre cómo algunos factores genéticos interactúan con las variantes ambientales para configurar la actitud de una persona hacia el riesgo. «Los efectos de estas 124 variantes genéticas son muy pequeños, pero su impacto combinado puede ser significativo», apuntan los responsables del estudio.

El estudio se presenta como uno de los más grandes elaborados hasta la fecha. «Para poder llegar a conclusiones significativas, muchos grupos de investigación tuvimos que unir esfuerzos e incorporar nuestros análisis genómicos a una base de datos común», explica Arcadi Navarro, del Instituto de Biologia Evolutiva.

Esta nueva investigación también apunta cómo estos genes se relacionan con conductas arriesgadas específicas. «Las variantes genéticas asociadas a la tolerancia al riesgo tienden a asociarse con comportamientos precipitados, consumo de alcohol, tabaco y cannabis, e inversiones y actividades sexuales más arriesgadas», comenta Jonathan Beauchamp, coordinador del estudio e investigador de la Universidad de Toronto.

ACTIVIDAD CEREBRAL

Dichas variantes genéticas se sitúan en 99 regiones del genoma. «Algunas de ellas corresponden a regiones con inversiones genéticas que también se han asociado a otros fenotipos neuropsiquiátricos y relacionados con el desarrollo cognitivo», argumenta Juan Ramón González, investigador de ISGlobal.

Los resultados de la investigación desmienten la relación entre los genes asociados a la tolerancia del riesgo y la dopamina o la serotonina, neurotrasmisores asociados con el procesamiento de recompensas y la regulación del estado de ánimo. Por el contrario, los datos del estudio apuntan a una relación con el glutamato y el ácido gamma-aminobutírico (GABA).

«Nuestros resultados apuntan al papel de regiones específicas del cerebro, en particular la corteza prefrontal, los ganglios basales y el cerebro medio, que se han identificado anteriormente en estudios neurocientíficos sobre la toma de decisiones», añade Beauchamp. «Nuestras observaciones encajan con la expectativa de que la variación en la tolerancia al riesgo es un carácter altamente complejo influenciado por miles, si no millones, de variantes genéticas», concluye.