El mar arruinó otras Navidades en Indonesia. El tsunami devolvió a la memoria aquel infausto 26 de diciembre del 2004, cuando el temible binomio seísmo-tsunami dejó más de 200.000 muertos en 13 países del océano Índico. Indonesia contabilizó más de la mitad. Las olas de este fin de semana no superaron los dos metros de alto y se adentraron una veintena en tierra. Magnitudes mucho menores a las de tsunami que borró islas del mapa, pero apuntalará en la psique colectiva el miedo a la ola gigante.

Las cadenas de televisión locales mostraron la lengua de agua tragándose la tierra. En la playa de Carita, un célebre destino al oeste de Java, el tsunami dejó sobre la arena ese conocido rastro de destrucción que incluye fragmentos de casas y árboles arrancados. «Llegamos a las nueve de la noche (hora local) para pasar las vacaciones y de repente llegó el agua. Todo se volvió negro. No había electricidad», explicó Muhammad Bintang, de 15 años, a la agencia France Presse. «No lograba arrancar la moto, así que salí corriendo. Recé y corrí todo lo rápido que pude», señaló Lufti al Rasyid, de 23 años, al que el tsunami sorprendió en la playa de Kalianda.

El incidente ocurrió cuando muchos turistas se encontraban en las playas de Pandeglang, al norte de la isla de Java. Las viviendas levantadas en primera línea de mar en la vecina localidad de Anyer son ahora una montaña de escombros.

La tragedia acompañará al grupo de rock local Seventeen. Un vídeo que circula sin freno por las redes sociales muestra su actuación bajo una carpa ante los 250 empleados de la compañía estatal PLN que celebraban en Tanjung Lesung su reunión anual. El batería se presta a empezar su solo cuando una ola surgida a su espalda vuelca con brío la tarima y lanza a los músicos hacia el público. Las imágenes muestran la sorpresa y el caos.

Un miembro del grupo y el representante fueron encontrados muertos mientras aún se busca a tres integrantes y varios familiares. «La marea creció hasta el nivel de la arena y arrasó a todos. Infortunadamente, cuando la corriente retrocedió nuestros integrantes no pudieron salvarse y otros no tuvieron donde agarrarse», explicó el comunicado de la banda. Su cantante, Riefian Fajarsyah, anunció entre lágrimas las bajas en su formación.

La infrecuente génesis del tsunami contribuyó a la sorpresa. Las olas no nacieron esta vez en un terremoto, fácilmente detectable por las agencias sísmicas internacionales, sino en el más sigiloso desprendimiento de la ladera de un volcán. El fenómeno, calificado de «raro» por las autoridades, alimentó la confusión. La ausencia de temblores sísmicos motivó que la Agencia de Geofísicas, Climatología y Meteorología (BMKG, por sus siglas inglesas), explicara la marea alta por la luna llena en los minutos posteriores en Twitter. «Mantened la calma», pedía la agencia en la noche del sábado junto al emoticono de las gafas de sol. Falló en la predicción y en el tono. La agencia reconoció poco después que esas licencias fueron «inapropiadas» en medio de la tormenta de indignación.

El tsunami también sorprendió a los turistas. Oystein Lund Andersen, fotógrafo y estudioso de los volcanes, relató su experiencia en Facebook. «Corrí porque la ola rebasó la playa y penetró 20 metros tierra adentro», explicó. «La siguiente ola llegó hasta la zona del hotel donde me hospedaba y arrastró coches. Logré llegar con mi familia a un terreno más alto y allí nos ayudaron. Estamos a salvo y muy agradecidos», añadió.