El Vaticano optó ayer por convertir al arzobispo de Tarragona, Lluís Martínez Sistach, de 67 años, el candidato del grueso de la feligresía, en sucesor del cardenal Ricard Maria Carles al frente del Arzobispado de Barcelona, pero a cambio de esa concesión se ha cobrado una abultada factura. Por un lado, ha reducido la diócesis a la mitad, fragmentándola en tres, y ha creado dos nuevas demarcaciones episcopales ignorando la opinión del clero afectado. Y por otro, ha colocado a un sacerdote del Opus Dei, Jaume Pujol Balcells, de 60 años, con nula experiencia en la organización diocesana, en el puesto de Sistach, el segundo de más relieve dentro de la Iglesia catalana.

El acento conservador promovido por la curia vaticana se completa con el ascenso del obispo auxiliar Josep Angel Saiz Meneses en la nueva diócesis de Terrassa. Para dirigir la tercera demarcación en liza, Sant Feliu de Llobregat (Barcelona), la Santa Sede ha optado por el actual obispo de Ibiza, Agustín Cortés Soriano, un valenciano de 56 años.

La resolución de la crisis en la que había desembocado el relevo de Carles no parece haber contentado ni al cardenal ni a su sucesor. Si bien pidió ayer en una comparecencia pública, y de forma expresa, que se obedezca a la Santa Sede sin rechistar, el purpurado no ocultó que "ha venido todo decidido y hecho".

Sistach, que convocó a los medios de comunicación en Tarragona, admitió que no le había resultado nada fácil aceptar el nombramiento y que lo había hecho por "disciplina" y por su voluntad de "servicio a la Iglesia". El arzobispo electo de Barcelona mostró su disposición al diálogo para pacificar una diócesis que en los últimos años se ha definido por las tensas relaciones entre la jerarquía y sectores de la comunidad cristiana, informa Ferran Gerhard.

RETICENCIA A LA OBRAPor otro lado, un sector de la iglesia catalana ha recibido la designación de Pujol con reticencia por su adscripción a la Obra. Con su incorporación al episcopado, son ya dos los prelados con los que cuenta el Opus Dei en España: el de Tarragona y el de Burgos, Francisco Gil Hellín.

El pasado viernes, unos 150 curas se manifestaron en el patio del Palacio Episcopal contra la inminente fragmentación de la diócesis denunciando que no se había realizado ningún tipo de consulta.