A mediados de noviembre del 2018 hubo un duelo de pega en el cementerio de la Almudena de Madrid. Bajo una lluvia fina que fue arreciando con el paso de los minutos, a Blanca Suárez, Amaia Salamanca, Belén Cuesta y Macarena García se las vio llorando desconsoladas delante de un féretro coronado de flores sobre un fondo de rostros compungidos. Ganas entraban de abrazarlas y darles el pésame, hasta que la risa furtiva de una de ellas, que tardó pocos segundos en contagiarse, descompuso la estampa lúgubre y delató el engaño. Allí no había más fiambre que el rodaje de A pesar de todo, que esa tarde daba sus últimos coletazos después de cinco semanas de escenas, focos y claquetas para resucitar hoy en el menú de novedades de Netflix.

Tampoco la película es un drama, precisamente, sino todo lo contrario. El cuarto largometraje producido enteramente en España por la plataforma -tras 7 años, Fe de etarras y A quién te llevarías a una isla desierta- es una comedia de enredo clásica y canónica, fiel a las reglas del género, protagonizada por las cuatro actrices en compañía de Marisa Paredes, Juan Diego, Maxi Iglesias, Rossy de Palma, Carlos Bardem, Emilio Gutiérrez Caba y Tito Valverde.

La cinta arranca con la escena final del rodaje, la del entierro. Hasta este cementerio las ha llevado el aviso del fallecimiento de Marisa Paredes, madre de las cuatro protagonistas, quien a su muerte les ha dejado una sorpresa póstuma: en un vídeo grabado antes de desaparecer, les anuncia que el hombre a quien llamaban papá (Juan Diego), no es su verdadero progenitor, sino que las cuatro fueron concebidas por otros cuatro varones diferentes. Deberán averiguar sus identidades si quieren acceder a la herencia. El vodevil está servido.

Aunque la trama se desarrolla en Madrid y la coproduce la productora española Bambú, la cinta es la antítesis de la españolada. Ni su factura rezuma casticismo ni hay en ella referencias typical spanish, más allá de los países matritenses quedan encuadre a las escenas. Inspirada en las comedias británicas con toque romántico y final feliz, la cinta contiene los elementos idóneos para gustar en Calatayud y en Vladivostok. Al fin y al cabo, van a poder acceder a ella los 137 millones de usuarios de Netflix. «Prefiero no imaginarlo, me da un ataque de pánico de pensar que me puede ver tanta gente», suspiraba Belén Cuesta evocando la idea de la ubicuidad vestida de riguroso negro de velatorio.

BUENA SINTONÍA / Salvo por ese detalle, nada permitía distinguir el rodaje de A pesar de todo de cualquier otra producción cinematográfica de tamaño mediano. «Bueno, sí, por lo bien que nos tratan. Se nota que en Netflix hay buen presupuesto, nos traen cada día unos cáterin que está de muerte», añadía entre risas la actriz, quien ya conoce «los lujos» de la plataforma de pago por su participación en Paquita Salas, cuya segunda temporada corrió a cargo de esta empresa.

El día del cementerio, la única preocupación que flotaba en el ambiente la ponía la lluvia y su amenaza de acabar arruinando la escena del entierro, pero a esa angustia se imponía la buena sintonía que se palpaba en el equipo, formado mayoritariamente por mujeres.

«Seguro que eso ha influido en la calma que se respira», observaba Blanca Suárez a cuento de un reparto poblado por actrices protagonistas y de un equipo técnico capitaneado por Teresa Fernández Valdés, responsable de Bambú, y la argentina Gabriela Tagliavini, la directora, quien se deshacía en elogios para sus «chicas» bajo el entoldado que hubo que improvisar para proteger los monitores de la lluvia. «Es increíble el magnetismo que tienen, la cámara las ama», decía señalando a Blanca, Amaia, Belén y Macarena, radiantes todas a pesar de simular un duelo.