La violencia machista es el tema principal de la exposición Supervivientes, en la que una decena de artistas analizan esta lacra desde el arte contemporáneo; y que se puede ver hasta el 4 de mayo en la Casa de la mujer de Zaragoza. A la inauguración de anoche asistieron el alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve y Arantzazu Gracia, concejala de Educación e Inclusión del Ayuntamiento de Zaragoza.

El objetivo de la muestra es «observar y reflexionar sobre cómo se ha ido representando la violencia machista en el contexto del arte, siempre en relación al contexto social, las políticas de los gobiernos, las luchas feministas...», según explicó Elena Fraj, comisaria de la muestra junto a Esther Moreno.

Así, en las primeras obras, las de los años 70, 80 e incluso 90, incluyen «muchos cuerpos agredidos, porque hay mucha urgencia de representar que ahí está pasando algo y no está saliendo a la luz», dijo Fraj, que precisó, que al tratar la violencia machista no solo se aborda en el ámbito de lo privado, si no que también se vincula a las leyes, las «violencias institucionales». Ahí están las serigrafías de Eulàlia Grau o las fotografías de Fina Miralles, con mujeres atadas con cinturones o tapadas con medias.

En un segundo estado, se aborda cuando la violencia doméstica privada se convierte en un espectáculo público, sobre todo, desde la muerte de Ana Orantes o el crimen de Alcácer. Ahí están Scope, de Pilar Beltrán, con imágenes bellas e incómodas; la obra de Pilar Albarracín, Sin título (Sangre en la calle), de 1992, un vídeo en el que ella, ensangrentada, aparece en una calle; o la de Virginia Villaplana, Mujer trama, que pone el énfasis en la espectacularización de la violencia.

En la actualidad, «quizá por la saturación de campañas», y la no reflexión sobre «cómo representar la violencia», las obras son más sutiles, sin cuerpos visibles. En Home hard sweet home, de Sara Berga son frases bordadas como «Nadie te va a creer» o «Cómo digas algo te mato». La aragonesa Gema Rupérez aporta Máculas, una pieza formada por pañuelos de papel, un total de 934, con un número cada uno, que son las mujeres muertas desde el año 2003; 934, una cifra que debe ser la última.