"No he dormido nada en toda la noche. Aún me tiemblan las manos. Jamás olvidaré lo sucedido". Nervioso y fatigado, Mohamed Cherif Mekahli, el argelino de 27 años que junto a otro hombre se jugó la vida para recuperar el cuerpo de Javier García Soteras en el bar Remacha, trataba de reconstruir a EL PERIODICO DE ARAGON los trágicos minutos vividos la noche anterior. A su lado, operarios del Ayuntamiento de Zaragoza reparaban la tubería reventada.

Cherif Mekahli vive en el número 15 de la calle Pablo Remacha, a escasos metros del local de la víctima. Bajó a la calle con su novia a las diez y cuarto de la noche con la intención de tomar algo. Pero los gritos de la esposa del fallecido le alertaron de la terrible situación. "No paraba de chillar ´mi marido, mi marido´ mientras sujetaba la silleta de su hijo. Cuando me di cuenta de lo que estaba sucediendo, intenté bajar al sótano. Fue una reacción instintiva. Pero al entrar en contacto con el agua, me dieron varias descargas eléctricas que recorrieron todo mi cuerpo. Fueron tres sacudidas enormes. Entonces, se me ocurrió apagar el general. Si no lo hubiera hecho, quizás habría muerto", explicó.

Justo después llegó el intento definitivo por rescatar al joven. "Cuando volví a bajar se desprendió parte del techo. El agua me llegaba al cuello y estaba sucia y llena de botellas. No se veía nada. Aunque varios agentes de la Policía Local nos dijeron que saliéramos, con la ayuda de otro chico lo pudimos sacar. No estábamos dispuestos a dejarle allí", comentó.

Cherif Mekahli enseguida creyó que la víctima había muerto: "No había más que mirarle la cara. No reaccionaba". En ese instante aparecieron miembros de la Unidad de Buceadores del Cuerpo de Bomberos y varios efectivos más que trataron de reanimar en vano en una ambulancia a García Soteras. Todo hace indicar que, tras sufrir alguna descarga eléctrica, el fallecido perdió el conocimiento y se ahogó.

Los vecinos que ayer todavía se agolpaban frente al inmueble mostraban su malestar por cómo se realizaron las tareas de extracción del agua. "Los bomberos llevaban una bomba pequeñísima. Parecía de juguete. Y estuvieron hasta las cuatro de la madrugada", señaló uno de ellos. A lo largo de la calle, los operarios de Viabilidad y Aguas cambiaban la tubería dañada mientras quedaban al descubierto los cuatro grandes agujeros provocados por los distintos reventones ocurridos a lo largo de la última semana.

Apenas importaba que las casas todavía no tuvieran agua a la una del mediodía de ayer o que varios locales más hubieran sufrido importantes desperfectos. Todos compartían la sensación de que la tragedia pudo evitarse. El propietario de la papelería colindante con el bar, Manuel López, explicó cómo el tabique del establecimiento hostelero cedió y llenó de lodo su local.

"Estaba en la cama cuando, sobre las once de la noche, me avisaron de lo ocurrido. Acto seguido me trasladé hasta allí. La mayoría de los objetos dañados eran personales, como una guitarra eléctrica de mi hijo, porque usaba el sótano como trastero. Pero eso ahora es completamente secundario", lamentó.