El futuro de Zaragoza se definirá analizando su presente y revisando su pasado. Lo que no se piense hoy para esta ciudad de menos 700.000 habitantes, no se hará mañana. Y se impulsará poniendo todos sus hitos, viéndolos con perspectiva y contexto, y analizando los mimbres que le han llevado a sobrevivir al estallido de la burbuja inmobiliaria. Su foto actual no dista mucho de la de hace 10 años. Sus inversiones públicas envejecen mientras es la iniciativa privada la que hoy ejerce de fabricante de hitos reconocibles. Eso sí, tras 8 largos años de crisis, de emergencia social.

Viendo los proyectos de inversión que hoy están en ejecución, se pueden enumerar con los dedos de una mano los que quedarán para la posteridad como hitos reconocibles. El Mercado Central, que lucirá en el 2019 nueva cara tras décadas de ostracismo inversor; la remodelación de la avenida Cataluña, que aún no tiene fecha de finalización y que se renueva a trozos y sin obtener la cesión del Ministerio de Fomento de este tramo de la N-II; la prolongación de la de Tenor Fleta para conectar el barrio de San José con el tercer cinturón sobre el cajón de hormigón que cubre las vías del tren; y la reconversión de los antiguos depósitos de Pignatelli en una zona urbana, con pisos, equipamientos y zonas verdes que enterrarán la cicatriz urbana. O la reutilización de los viejos juzgados de la plaza del Pilar.

Pero el más reconocible del presente ha sido el tranvía, la línea Valdespartera-Parque Goya, una apuesta fraguada en época de bonanza que resistió a la crisis con el apoyo de las empresas privadas que lo cogestionan. Hasta convertirlo en pieza fundamental de la movilidad en la ciudad. Todo, o casi todo, gira en torno a él.

Cuatro hitos que tendrán en este presente su lugar de nacimiento e impulsados por una inversión pública más centrada en las cosas sencillas. Arreglar baldosas rotas es necesario pero no anticipa el futuro. Tampoco lo hace el olvido que sufren otras cicatrices por resolver como los suelos industriales del plan Aceralia en el Picarral, o la remodelación no resuelta de la explanada de la estación del Norte; el antiguo cuartel de Pontoneros, que sigue varado y en lamentable estado de conservación; o la reivindicada orla este de Las Fuentes y San José.

Las incógnitas sin despejar se multiplican cuando falta el dinero público. De un ayuntamiento que hace solo diez años planeaba millones de euros en sus ingresos procedentes de la venta de suelo. Ahora empiezan a tener más valor que cero, y se usarán como estrategia para acometer proyectos relevantes como el renacer de los Baños Judíos, sin un peaje para las arcas municipales, más centrada en el presente en no infradotar los servicios, en no acumular deudas con las contratas y en... eso, cosas más cotidianas que no harán historia. La Expo disparó la deuda de Zaragoza hasta los mil millones, justo antes de estallar la crisis y de que se cerrará el grifo de los bancos. Así, a pulmón solo con los impuestos, las pretensiones cambian.

Ahora el éxito es aumentar año tras año la consignación para las ayudas de urgente necesidad, a pulso de ver crecer la lista de parados y las necesidades de cada vez más hogares con serias dificultades para llegar a fin de mes.

Mientras, los hitos reconocibles de hoy son la herencia de un pasado reciente antes del estallido de la burbuja, como ese legado de la Expo que hay que mantenerlo, y a qué precio. El despertar parece próximo, pero la Administración pública se ha demostrado incapaz en diez años de poner en valor, o siquiera reabrir las puertas, de sus principales iconos, como la Torre del Agua y los pabellones de España y Aragón, y el Pabellón Puente parece que tendrá una segunda oportunidad con el impulso privado, de Ibercaja.

La iniciativa privada sí dejará para el futuro próximo hitos de esta época. Lo hará el CaixaForum en El Portillo y lo harán los rascacielos de ciudad mediana que están levantando Ebrosa en La Almozara (junto al Ebro); Plaza 14 junto a la intermodal de Delicias -la llamada Torre Zaragoza-; y Grupo Brial en los antiguos suelos de la histórica factoría de Averly. Estas tres promociones suman juntas más viviendas que toda la promoción pública en varios años. Eso lo dice todo.

Pero Zaragoza está sobreviviendo a la crisis y, como todas las demás capitales en España, quizá ese sea hoy su hito más relevante. Enmarcado en un momento en el que diseñar un millonario proyecto de ciudad parecería una frivolidad o, siendo realista, una descafeinada hoja de ruta.