La familia Clavería Jiménez era ayer una piña. En casa de doña Ana, abuela de Esmeralda y suegra de Rosa, el ambiente estaba cargado de rabia contenida. David, "el chico" a quien todos de una manera u otra habían ayudado como habían podido a lo largo de los últimos tres años, había roto la tranquilidad de un clan gitano integrado en Fuentes desde hace 60 años.

La respuesta popular que se pudo comprobar durante toda la jornada dejó patente el cariño que el pueblo entero profesa a los Clavería. "Son maravillosos. Trabajadores, buena gente. Siempre han estado ahí. No podemos sino sentirnos orgullosos de tener una familia así en el pueblo". Son palabras de una vecina de doña Ana, que pudieran hacerse extensibles al resto de personas consultadas por este diario.

Nadie, dentro y fuera de la casa ni en ningún otro rincón del pueblo, acertaba a dar una explicación al comportamiento de David Morado, aunque no eran pocos los que estaban al corriente de los problemas de convivencia de la joven pareja. "El estaba sin trabajo y ya desde el punto de la mañana estaba en el bar, bebiendo brandy", dijo José Luis, un hombre que se identificó como amigo de Cristina, de 24 años, la hermana mayor de Esmeralda, "y de otras chicas de la pandilla".

Otros dos hijos

Varios testigos aseguraron que David había visitado a Esmeralda y la hija de ambos con bastante asiduidad en los últimos días en el piso de Rafael y Rosa, ya que al parecer la bebé había estado enferma. Otros aseguraron que el presunto agresor había pasado diez días consecutivos fuera, en Cataluña, debido al fallecimiento de su padre, dato que no pudo confirmar este diario.

Al mismo tiempo, otras voces indicaron que David Morado es padre de otros dos hijos fruto de una relación anterior y tierras catalanas y que apareció en Fuentes hace tres años en busca de "un cambio de rumbo" a su vida. Poco después conoció a Esmeralda.

Datos y detalles cruzados que nadie dentro de la casa de doña Ana confirmaba ni desmentía. Tras las cortinas de la puerta principal, la estancia aparecía escalofriante, donde el llanto de Jennifer (recién llegada de Zaragoza, donde pasó la noche ingresada), de su hermana Cristina y de su padre, entre otros, rompían el amargo silencio.

Dos hermanos de Rafael, Carmelo y David, y la madre de los tres, doña Ana, atendían a los vecinos como podían. Especialmente David contenía con esfuerzo su dolor ya que le era inevitable pensar que hace unos años una hija suya de cinco meses murió de forma súbita, y que hace poco ha fallecido también su esposa.

David Clavería dejó claro a este diario que el agresor ya nunca debe volver a Fuentes. Pese a tener allí una hija, su regreso es imposible. Con gesto de resignación, no de amenaza, David sentenció: "Si lo hace, nos traerá la ruina a alguno de nosotros".