El final de siglo se convirtió en un callejón sin salida para los trabajadores de la fábrica de Moulinex en Barbastro. Desde entonces la comarca ha vivido pendiente de las noticias que llegaban de la dirección del grupo, en un ambiente presidido por la incertidumbre y los temores.
El primer episodio que auguraba malos presagios fue la huelga de dos meses que concluyó en julio del año 2000. Durante el proceso ya hubo advertencias de cierre por parte de la dirección ante el conflicto por el pacto de empresa y la exigencia de mejoras laborales y salariales, que finalmente fue aprobado en referéndum, toda vez que fue precisa la mediación del Gobierno de Aragón. Algunas fuentes sindicales de entonces reconocen el ambiente crispado que se vivía por entonces en la factoría. "Había sindicatos que estaban en contra de una medida tan drástica como la huelga, pero otros la apoyaban". Un debate que tenía como telón de fondo las pérdidas del grupo, que avisó que se habían iniciado los trámites para el cierre de la planta.
CALMA TENSA Pero la tranquilidad apenas duró un año. En mayo del 2001 la multinacional presentaba un expediente de regulación de empleo de 28 días, que afectaba a los 430 empleados de la factoría. La dirección argumentó esta medida por la caída de ventas y el incremento de las reservas. En aquellos años Moulinex era la empresa que más conflictos sufría dentro del polígono industrial. "Son los problemas que acarrean las multinacionales y ante las que no se puede hacer nada porque son decisiones que van más allá del territorio y del país", señala la vicepresidenta del polígono industrial de Barbastro. Así, las palabras globalización y competitividad pasaban a convertirse en un dogma para muchas empresas.
Los sobresaltos se habían convertido en algo cotidiano entre los empleados de la planta de Barbastro. El 7 de septiembre del 2001 los trabajadores desayunaban con la noticia de la suspensión de pagos del grupo Moulinex, aunque la dirección española aseguró entonces: "La decisión no afectará ni laboral ni financieramente a España". Diez días después llegaba el anuncio de una nueva regulación de empleo en la factoría oscense por problemas de suministro. El resultado: 437 trabajadores afectados en Barbastro por un periodo de tres semanas. Al mismo tiempo, recuerdan fuentes sindicales "estábamos pendientes de que alguien comprase la compañía para conocer los planes concretos de reestructuración". Y la respuesta llegó. El fabricante francés presentó su oferta para hacerse con Moulinex.
"Recuerdo esos años muy apenada, porque todos teníamos una gran preocupación. El futuro se presentaba negro", apunta Raquel que contabilizaba 23 años en la empresa. La sensación era unámime. Los expedientes se sucedían, pero la noticia que caía como un mazazo era el anuncio de 150 despidos en diciembre del 2002, aunque finalmente la cifra se redujo a 135 trabajadores. Tras el recorte la empresa se comprometió con las autoridades aragonesas a garantizar el empleo, al menos, en los dos años siguientes a la extinción de contratos.
EL OCASO Nada más lejos de la realidad. El anuncio del cierre definitivo de la planta se producía el pasado 20 de abril. "Las consecuencias para la comarca son muy graves y vamos a intentar velar por los empleos", señala el alcalde de Barbastro y presidente de la Diputación de Huesca, Antonio Cosculluela, que, junto al Gobierno de Aragón, que ya ha anunciado que no aprobará ningún expediente que presente la compañía, trabajan a marchas forzadas para buscar alternativas para los trabajadores y alguna actividad industrial para la zona.
El presidente de la Asociación de Empresarios de Barbastro, Juan Luis Solano, subraya el "fuerte impacto de la noticia", y aunque considera que "será difícil encontrar alternativas para los trabajadores", apunta que la ciudad "mantiene un equilibrio en industria, comercio, servicios y agricultura. Si hubiera sucedido hace seis años el tejido económico hubiera sufrido un golpe más duro si cabe".
Lo que nadie duda es que el cierre, antes del verano, culmina el sueño de una generación.
