El reguero de sangre que ETA dejó a lo largo de sus años de existencia fue acompañado, y en gran medida sostenido, por el dinero que se exigió a los empresarios con el denominado impuesto revolucionario. Pero ellos no solo fueron víctimas económicas, sino que llegaron a sufrir una auténtica «muerte moral». Así lo refleja el libro La bolsa y la vida, coordinado por Josu Ugarte, que fue presentado ayer en la Cámara de Comercio de Zaragoza.

El estudio, publicado hace pocos meses, comenzó a gestarse hace seis años, cuando un empresario que había sido víctima del chantaje se aproximó a la organización Bakeaz, de organizaciones «por la paz y contra el fanatismo», a contar su experiencia. Ugarte consideró que esta clase de «testigo moral» era fundamental, y comenzó a reunir a un equipo de hasta once expertos de diversos campos (politólogos, filósofos, juristas o historiadores) que han dado forma al volumen.

Este incluye numerosa documentación, sobre todo incautada en los sucesivos descabezamientos de ETA, de la que se desprende que unos 10.000 empresarios sufrieron la extorsión a lo largo de 40 años, pagando unos 150 millones (al cambio actual) a la banda. Una cifra que «puede parecer baja», pero en la que hay que tener en cuenta que la banda era «austera» en armamento.

Uno de los autores, el politólogo Martín Alonso, ahondaba ayer ne el «dilema moral» que supuso para las víctimas tener que decidir si exponerse a sufrir daño, él o su familia, o a financiar el daño sufrido por otros en atentados.

Quizá por esas secuelas, a los autores del libro les ha costado mucho encontrar testimonios, aunque han acabado recabando 70 directos y 140 por cuestionario. A juicio de Ugarte, pesa mucho la «preocupante necesidad de olvido» del País Vasco y Navarra.

La casualidad quiso que la presentación coincidiera con el anuncio del fin de ETA. Para Alonso, esta «performance» no es adecuada porque aumenta el dolor de las víctimas y perpetúa el discurso del conflicto, que es «obsceno e históricamente falso».