El discurso de Iglesias estuvo bien estructurado y recorrió los diferentes temas de interés para Aragón. Se desarrolló en el ámbito del análisis macroeconómico y de las valoraciones generales, terminando con unos compromisos --alguno novedoso como la Iniciativa Estratégica de Crecimiento, otros pendientes desde hace varios años, como el Plan Integral para la Inmigración-- con poco grado de concreción y, a pesar de que en su intervención lo haya negado, ha sido autocomplaciente, sin el menor asomo de autocrítica. Desde el punto de vista macroeconómico la situación de Aragón permite cierto optimismo; sin embargo a un gobierno progresista se le debe exigir más: tiene que analizar cómo repercuten las variables macro en la vida cotidiana, priorizar la atención a los colectivos más desfavorecidos y transmitir los valores sobre los que se debe sustentar la convivencia. Ha aumentado la cantidad de alumnos, profesores y millones de euros invertidos pero ¿qué queremos que sea la educación en Aragón además de preparar a la gente para que sea productiva en el trabajo? ¿Cómo vamos a disminuir las listas de espera y ampliar el tiempo de atención a los pacientes en asistencia primaria? ¿Qué va a hacer para mejorar la estabilidad en el empleo o para incrementar el femenino?. Seguro que Iglesias es consciente de algunas de las deficiencias y errores cometidos pero, como la mayoría de los políticos, piensa que la autocrítica debilita a quien la ejerce; creo que es al contrario, que reconocer los errores fortalece a quien lo hace y vacuna contra el riesgo de morir de éxito.