Contra la racionalidad y la conveniencia ciudadana, pero no contra pronóstico, gana el caos. En vez de acuerdos, aunque sean de mínimos, fuego cruzado de acusaciones. En lugar de medidas para afrontar la crisis económica que se nos viene encima a pasos acelerados, Gobierno en funciones, incapaz por definición. En vez de pactos de Estado, estado de caos político. En vez de Gobierno de izquierdas, otra oportunidad para la derecha, con Vox incluida, para formar Gobierno.

En julio hubo una oportunidad. La aceptación de la coalición con Podemos por parte de Pedro Sánchez abrió una puerta a una legislatura estable y de izquierdas. Pablo Iglesias la cerró con una abstención de la que más adelante se arrepintió, pero Sánchez le devolvió el portazo en las narices. El resto, desde los famosos encuentros de Sánchez para demostrar que pretendía gobernar a la izquierda, a la izquierda pero solo, hasta la oferta de última hora de Albert Rivera para situarse en primer plano, ruido y más ruido, aproximación paulatina al caos que reina partir de hoy.

A partir de ahora se intensifica una campaña electoral que de hecho ya había comenzado al día siguiente de las elecciones del 28 de abril. Una campaña que, previsiblemente, se centrará en dos cuestiones, la búsqueda del culpable y las posibles alianzas posteriores al 10 de noviembre. Según Sánchez, los culpables son todos los demás. Según todos los demás, el culpable es él. El veredicto ciudadano, en las urnas. Después, lo más probable será un Gobierno de coalición, ya veremos si de izquierdas, de derechas o de centro. El resultado dependerá de dos factores, la abstención a la izquierda y la existencia o no de coalición a la derecha, por lo menos en las provincias vacías.

A estas alturas, las encuestas han dejado de ser fiables. La ruleta, no sabemos muy bien si de casino de Las Vegas o rusa -dependerá de la existencia o no de cadáveres políticos- se ha puesto en marcha. La autoconfianza de Sánchez el temerario puede salirle bien o muy mal. La posibilidad de que, como desea Pablo Casado, la repetición no le salga gratis no es ni mucho menos remota. Si las derechas suman mayoría suficiente, no hay duda de que gobernarán como lo han hecho en todas partes donde ha sido posible. Si vuelven a sumar las izquierdas, con apoyo complementario o no de los nacionalistas vascos y catalanes, está por ver si cambiarán de actitud para ponerse de acuerdo o si habrá que buscar una fórmula de Gobierno en precario, con un PSOE en manos de Ciudadanos, el PP, o de ambos.

Dentro del torbellino del caos se vislumbran pues tres posibles escenarios. Dos a la derecha, uno extremo con Vox y uno moderado con el PSOE recibiendo apoyos de Ciudadanos o PP (o de ambos) a cambio de la inanición, y solo uno de izquierdas, si Sánchez e Iglesias rectifican. Dentro de las perspectivas, esta es la ganancia real de la repetición electoral, pasar de un giro estable a la izquierda en el Gobierno de España, a disminuir esta posibilidad desde la única posible, a quedarse sólo con un tercio de probabilidades. Inestabilidad, incertidumbre, parálisis, caos, con culpables en el centro del Estado, no en las periferias. En el centro del Estado, no en las periferias, están los culpables de la inestabilidad y la parálisis.