La temperatura y el viento de ayer en las calles de Zaragoza no invitaban mucho al paseo, pero en la sala de cine del Palafox la que tuvo lugar el mitin socialista resultó igualmente gélida, y no era un problema de calefacción. Gente no faltó, desde ilustres e históricos socialistas aragoneses como Marcelino Iglesias hasta la actual crème de la crème de consejeros y altos cargos, pasando por alcaldes y diputados. Pero, salvo en contadísimos momentos, más parecían un público de programa televisivo, atentos al regidor para ver cuándo hay que aplaudir, que una masa enfervorecida por sus líderes.

La mañana empezaba tensa, con las protestas de los mineros y otros trabajadores de Teruel, el entorno del asesinado ganadero José Luis Iranzo o, luego, los funcionarios de prisiones y los afectados de iDental. La Policía les mantuvo alejados y no hubo el más mínimo incidente. Todo quedó en calma, como la que hubo dentro, desde la machacona versión del himno del PSOE en versión jazz hasta el final.

Cuando un holandés es el más salao de la mañana, mala señal. Frans Timmermans aludió a que los holandeses son testarudos como los aragoneses, y a que, pese a que no habló perfecto castellano, «no soy Van Gaal», y desató las dos únicas carcajadas sin titubeos de la mañana. Obviamente un mitin no es el Club de la Comedia, pero se agradece algo de distensión. Hubo poca.

INTENSIDAD

Los intervinientes, eso sí, se esforzaron por involucrar a la militancia. Pero algo sonaba impostado en esa camaradería entre un Javier Lambán que apoyó claramente a la que fue rival de Pedro Sánchez por liderar el PSOE, Susana Díaz, y el presidente. También con la que fue portavoz en Aragón de su candidatura, Pilar Alegría. Es algo que ambos presidentes se esfuerzan en dejar atrás a base de sonrisas, de llamarse por el nombre y de abrazos, pero nunca acaba de quedar creíble, y ayer no fue una excepción.

La falta de conexión se intentó paliar con intensidad en el discurso, de forma notable por parte de Alegría, que en un momento de exaltación llegó a remedar la antigua doctrina Monroe americana al gritar «¡Zaragoza para los zaragozanos!». Una frase digna del mismísimo Donald Trump, que sin ninguna duda la candidata a la alcaldía zaragozana pronunció en otro sentido. Pero no quedó muy claro en cuál.

El eurodiputado Timmermans comparó el nacionalismo (ultraderechista) con una borrachera, con su «euforia» inicial pero que en seguida da paso a una horrible resaca. Ayer el ambiente era más de esta última, pese a que el nacionalismo ultraderechista todavía no haya achispado a nadie electoralmente, salvo en Andalucía.