Más vale tarde que nunca. Esa fue una de las frases más repetidas tras la entrega de las distinciones de hijos adoptivos y predilectos a los familiares de las víctimas del accidente del Yak-42. Un entrañable acto que se celebró ayer en el Auditorio de Zaragoza y en el que también se otorgó la medalla de oro a la Hermandad de Donantes de Sangre.

La festividad habitual de esta ceremonia se transformó en emoción y en el primer reconocimiento obligado no sólo a los 62 militares que perdieron su vida, sino también a las familias que han sufrido las "constantes mentiras" del anterior Ministerio de Defensa. "Una vez que se sabe la verdad, todas las celebraciones que llegan después sí son homenajes", comentaba emocionado Alfonso Agulló, vicepresidente de la Asociación de Familiares del Yak-42.

El acto estuvo presidido por la corporación municipal, que fue unánime a la hora de otorgar las concesiones, y contó también con la presencia del presidente de la DGA, Marcelino Iglesias, del delegado del Gobierno, Javier Fernández, de la cúpula militar de la comunidad aragonesa y de Roberto López, jefe de Gabinete del ministro de Defensa.

Uno a uno, allegados de los siete hijos predilectos nacidos en Zaragoza y del resto de las víctimas recibieron los galardones de manos del alcalde de la ciudad, Juan Alberto Belloch, en medio de calurosos aplausos de cientos de asistentes y de lágrimas que muy pocos lograban ocultar. Pero no todas las familias estuvieron presentes, ya que una decena de ellas rehusó acudir al evento.

Hubo gestos especialmente emotivos, como los besos que lanzaron al cielo las madres del brigada Francisco Moro y del cabo Javier Gómez De La Mano, o la ovación que recibió Francisco Cardona, padre de uno de los 21 soldados que estaban destinados en Zaragoza y luchador incansable en busca de la verdad.

Tras las entregas, María Menéndez, viuda del comandante Novo, recordó como portavoz de los hijos adoptivos que Zaragoza "fue una ciudad que siempre marcó las vidas" de los fallecidos y pidió que "no se les olvide nunca". José Antonio Gracia, en nombre de los hijos predilectos, subrayó con la voz entrecortada que lo sucedido les ha hecho comprender que "la muerte no es el final" y que "gracias al homenaje, --las víctimas-- han podido volver".

Belloch, a quien muchas familias habían echado en cara su falta de atención con ellos desde el 26 de mayo del 2003, fecha del accidente, aludió a las palabras de algunas mujeres turcas que, en el monte donde se estrelló el avión, mostraron