"El portugués ha asimilado que sus dirigentes le han estado robando siempre. El exprimer ministro Socrates apareció en televisión diciendo que no nos preocupásemos y al día siguiente nos intervinieron. Es inevitable que veamos el Parlamento Europeo como un pozo de gastos sin fondo, un premio para nuestro políticos corruptos hasta que pase el temporal", reflexiona Jorge Silva. Y el temporal no deja de azotar para los vecinos de la Península, a los que los recortes directos en sus nóminas y las subidas de impuestos han empobrecido de manera despiadada. "La situación ya era complicada antes del rescate, pero ahora ya es muy grave. Con la subida del IVA, la mitad de los restaurantes han tenido que cerrar y los que en las grandes ciudades como Lisboa y Oporto mantienen el menú a siete euros han hecho que la calidad del producto empeore".

Silva relata con amargura el hartazgo de una sociedad acostumbrada a tragarse toda clase de sapos cual maldición bíblica: "Hemos recibido un palo tras otro sin remedio. Los años de la dictadura, la Revolución de los Claveles (de la que tuvo que huir con su familia, que tenía raíces en Tarazona), el triste retorno de tres millones de personas de las colonias con una mano delante y otra detrás, ahora esta crisis... En España hay desilusión con los políticos, pero en Portugal el pesimismo es todavía mucho mayor. Ellos no se aplican el sufrimiento al que obligan a sus ciudadanos." Jorge habla de las cámaras de peaje en las autopistas lusas, en esa labor gubernamental de "cobrar por respirar", de los sueldos de mil euros que se han quedado en seiscientos, de la oleada de despidos en las grandes ciudades, de aquellos afortunados que se sumergen en la dulce condena del pluriempleo mal pagado... "Portugal es un país de emigrantes. Nunca ha habido trabajo para todos". No parece el mejor momento para que germine la semilla europeísta.