Aún son pocas, pero cada vez es más frecuente encontrar a mujeres en las cadenas de producción de las fábricas aragonesas. Su presencia, no obstante, ha tardado mucho en llegar. Quizá demasiado. Ahora, algunos directivos (no todos) se apresuran a recuperar el tiempo perdido tras darse cuenta de que son igual de válidas para desempeñar las funciones propias del sector, cuando no mejores. Sin embargo, la realidad sigue constatando que la industria continúa fuertemente masculinizada en la comunidad.

Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el sector industrial emplea actualmente en Aragón al triple de hombres que de mujeres. En concreto, hay 85.600 ocupados, frente a 28.000 trabajadoras. «Solo el 10,8% de las empleadas aragonesas trabajan en la industria, mientras que entre los hombres este porcentaje sube hasta el 27%», apunta la secretaria general de esta federación en CCOO, Ana Sánchez, que reconoce que la presencia femenina en el sector aún es escasa.

En los últimos años se ha ido avanzando en materia de igualdad también en la industria. Así lo demuestra por ejemplo que la presencia femenina en Opel España se haya duplicado en los últimos nueve años o que las plantillas de varias auxiliares del automóvil ya estén equiparadas en materia de género.

La llegada de mujeres a puestos de responsabilidad o representación sindical también evidencia esa mejoría. Así, no es baladí que la propia Ana Sánchez dirija la federación de Industria en CCOO, que Sara Martín sea la presidenta del comité de Opel España o que Susana Remacha haya sido nombrada hace unos días directora de Acabado y Montaje Final en Opel, siendo la primera mujer en ocupar este puesto en un área tan vinculada a la producción.

«Que vayamos llegando a puestos de responsabilidad es un proceso natural y normal porque también ahora hay muchas más estudiantes de ingeniería que antes», indica Remacha, que recuerda que en su promoción había 85 alumnos y solo diez eran chicas.

Ninguna de las tres asegura haber encontrado grandes dificultades ni barreras en su progresión laboral por el hecho de ser mujer, aunque reconocen que aún hay mucho por hacer en materia educativa y cultural para cambiar algunas mentalidades. «Las cosas han evolucionado mucho en los últimos años, pero aún recuerdo que cuando en el 2002 entramos la primera oleada de mujeres a la cadena de producción causamos mucho impacto», indica Martín, que recuerda que los primeros vestuarios femeninos en la línea de carrocerías se instalaron casi en el año 2000. «Estaba todo pensado para los hombres, como en el resto de fábricas», apunta.

En lo que coinciden todas es en que han tenido que demostrar «más que los hombres» para progresar en su trabajo. Por eso apuestan por mantener algunas medidas de discriminación positiva como priorizar la contratación de mujeres ante igualdad de mérito. «El Inaem incluso podría preformar a paradas que no han tenido vinculación con este sector», señala Sánchez.

Que la presencia de la mujer en la industria aumente también ayudaría a reducir la actual brecha salarial, ya que los sueldos en este sector suelen ser más altos (por no hablar de que hay más estabilidad y mejores condiciones para conciliar).

En este sentido, lamentan que muchas mujeres casi se ven obligadas a paralizar sus carreras profesionales para cuidar a sus hijos y luego es mucho más difícil reincorporarse.

Aunque aseguran no haberse sentido discriminadas, reconocen que en alguna ocasión han recibido un trato diferente por el mero hecho de ser mujer. «Una vez propuse realizar funciones más vinculadas a la producción y me acuerdo de que mis jefes me comentaron que los encargados igual no me hacían caso», recuerda con una media sonrisa Sánchez, que en su día trabajó en el área logística de Figueruelas.