Javier Sanjuan es socio de Autoturismo Procas, una de las cuatro empresas de VTC que operan en Aragón. Ha sido taxista durante 17 años y entiende el conflicto surgido tras la llegada de operadores como Uber y Cabify al mercado español. No obstante, asegura que la situación en la comunidad «no tiene nada que ver con la que se vive en Madrid o Barcelona». En estas ciudades, el peso del turismo en la economía y, por tanto, la mayor demanda de servicios ha precipitado un conflicto que apenas se vislumbra en Zaragoza, donde existen 183 licencias, aunque operan poco más de 30 vehículos VTC, ya que el resto trabaja en otras ciudades. «Hoy, la proporción en Zaragoza es de 1 VTC por cada 44 taxistas», apunta Sanjuan.

Autoturismo Procas trabaja para la administración (vía concurso público), pero también para empresas y para algunos particulares que realizan trayectos largos o interurbanos. «La diferencia con los taxistas es que nosotros no tenemos paradas y no podemos recoger a un ciudadano que nos da el alto en la calle, ya que todos nuestros servicios son concertados», recalca Sanjuan, que reconoce que hace unos años una normativa «más laxa» permitió acceder a más licencias. Y Uber y Cabify aprovecharon un «agujero legal» para entrar en el mercado, indica.

No es el caso de Procas, que lleva 30 años operando. Sus servicios son más caros que los del taxi (entre dos o tres veces superiores), pero, en ocasiones, sus clientes también exigen a sus chóferes ir trajeados y saber idiomas. Autoturismo Procas tiene una plantilla total de 19 personas, 14 de los cuales son conductores que tienen su correspondiente contrato en el Régimen General de la Seguridad Social. «No tenemos autónomos», subraya Sanjuan, que incide en que «no tenemos nada que ver con Uber y Cabify». De hecho, cree que el desembarco de estas plataformas en Zaragoza «nos perjudicaría mucho».

«No somos delincuentes»

Otra de las compañías que operan en Zaragoza es Turismos Quílez. Con cuatro vehículos es la empresa más pequeña, pero la decana de Aragón. Su responsable, Alfredo Quílez, pone de manifiesto que son ya tres las generaciones que han estado al cargo de la compañía. Y aunque el mercado es limitado en la capital aragonesa, ha conseguido sobrevivir a los tiempos.

Alfredo Quílez, como el resto del sector de VTC en Aragón, lamenta que «cuando vamos al aeropuerto algunos nos traten como a delicuentes» cuando el problema tiene su origen en «un exceso de licencias concedidas y en una mala regulación», subraya este aragonés de 55 años. Al igual que Sanjuan, Quílez reconoce que la situación en Zaragoza nada tiene que ver con la que se viven en Barcelona y Madrid.