Llevar a los niños al colegio, enseñar a cocinar o a coser, sacar a pasear al perro, arreglar el ordenador o la bicicleta, dar clases de idiomas, planchar la colada, dar masajes o practicar terapia gestual son algunos de los favores más solicitados en el Banco del Tiempo de Zaragoza, una iniciativa promovida por la Concejalía de Acción Social y Cooperación al Desarrollo del ayuntamiento y gestionada por la Federación de Asociaciones de Barrios (FABZ). Su objetivo es crear una red de intercambios de tiempo y de servicios entre los ciudadanos para pretende reforzar el sentimiento de vecindad, a la vez que permite crear redes de autoayuda entre vecinos.

Desde los años 90, los bancos del tiempo han ido asentándose en España y continúan abriéndose más en nuevas localidades. El de Zaragoza cuenta con unos 650 socios (638 al cierre del 2013). "Tenemos una media de entre 80 y 100 miembros nuevos cada año", explica Eva Peña, responsable del Banco del Tiempo de la capital aragonesa, que advierte de que "ellos son los responsables de dar el servicio ofrecido con garantías de éxito". El banco sólo sirve como forma de contacto entre los socios y como posible mediador de conflictos, añade.

Cada inscrito recibe un talonario con 10 horas para que empiece a solicitar y ofrecer servicios, que deberán estar equilibrados. También se pueden realizar horas solidarias que se donan al banco para llevar a cabo servicios determinados o hacer préstamos a otros socios. Los intercambios son multilaterales: por ejemplo, un miembro puede acompañar a una persona al médico y luego utilizar el tiempo que ha ganado con este servicio para realizar talleres de manualidades que ofrece otro. "Aportando un poco de tiempo conseguimos mejorar el entorno que nos rodea y hacerlo más humano", concluye Peña.