Para los temporeros agrícolas del Bajo Aragón zaragozano, la subida del salario mínimo es como un rayo de esperanza en un horizonte oscuro. «Significa que el Gobierno piensa en los trabajadores del campo», afirma Walid Ayadi, un marroquí de 56 años que se gana la vida como jornalero en los frutales de Caspe. «Pero si los empresarios no cumplen la ley, todo puede quedar en papel mojado», advierte.

«En verano, la época de mayor ocupación, se pueden ganar 900 euros al mes, pero hay muchas épocas en que solo se sacan 700 y otras en las que no hay nada de trabajo, por lo que muchos de nosotros vivimos gracias a las ayudas de las administraciones», explica.

En este panorama, los 950 euros mensuales fijados por el nuevo Ejecutivo son como una tabla de salvación para las más de 120 familias marroquís que viven en Caspe. Pero muchos de ellos no acaban de creerse que vayan a aumentar sus ingresos.

«Hay algunos empresarios, sobre todo en las grandes explotaciones agrícolas, que son reacios a pagar el nuevo salario mínimo», subraya Walid, que milita en la Unión General de Trabajadores (UGT) y defiende los intereses de los temporeros del Bajo Aragón.

Como sindicalista sabe que se dan casos en los que hay que luchar duramente para que los agricultores que contratan personal de temporada respeten el derecho a las vacaciones y paguen las horas extra debidamente, un comportamiento que no es general entre los empresarios de la zona.

Walid sabe de lo que habla, pues no en vano lleva 16 años trabajando como temporero. Hicham Tahiri, un compatriota suyo que también vive en la zona de Caspe, hace una década que se gana la vida como jornalero. Y tiene la experiencia suficiente para comprender lo difícil que es salir adelante cuando se va de explotación en explotación en busca de trabajo.

"Unos te dicen que vale, que de acuerdo, pero no cumplen"

«Lo cierto es que hay empresas agrícolas que nos aprietan mucho a los temporeros, nos cuesta mucho ganarnos el jornal», asegura este marroquí de 41 años que vive en España con su familia. «Te das cuenta de situaciones que no son justas», señala. «Por ejemplo, hay agricultores que no tienen en cuenta tu experiencia y te pagan lo mismo que a un estudiante que se mete a temporero unos días en verano para sacarse un dinero», cuenta. En su opinión, las grandes explotaciones «no respetan tanto al trabajador como los pequeños y medianos propietarios».

«En las grandes propiedades siempre tienes que estar insistiendo para que se respeten tus derechos y las condiciones de trabajo», manifiesta Hicham. «Ellos te dicen que vale, que de acuerdo, pero a la hora de la verdad no cumplen su palabra y empiezan a ponerle peros a todo lo que pides», agrega.

Una de sus mayores quejas es que la nómina «no siempre recoge tu antigüedad en la empresa, por lo que hay que estar muy atento a lo que firmas». Respecto a la subida del salario mínimo, le parece un avance. Pero, al igual que Walid Ayadi, Hicham teme que en algunos casos no se aplique.