La siniestralidad vial en los núcleos urbanos siempre son objeto de análisis para adoptar medidas que ayuden a mitigar tendencias que, como le está sucediendo a Zaragoza en los últimos cinco años, invitan a pensar y repensar si se está haciendo todo lo necesario por el usuario. Por el conjunto de vecinos que pisan la escena urbana en vehículos a motor y a pie, por aquellos accidentes que tienen que ver con el buen estado de la misma --de los que el ayuntamiento puede llegar a ser responsable patrimonial-- o por aquellos hábitos que se alejan de una adecuada convivencia.

En este sentido, en los últimos cinco años se ha hablado mucho de la relación entre peatones y ciclistas, incluso de la adaptación de las bicis a la calzada, pero la estadística deja tras de sí otras lecturas que pueden ser todavía más preocupante. Por ejemplo la tendencia peligrosa en las cifras globales. De accidentes, 3.163 contabilizados en el 2016, que es el peor registro de los últimos cuatro años, pero sobre todo por el progresivo incremento que se ha ido registrando desde que en el 2013 celebrara un descenso del 11,3% con respecto al año anterior. Entonces, los 2.848 accidentes con heridos se veían como un éxito teniendo en cuenta que representaban 362 menos que los 3.210 que se habían registrado en el 2012. Hoy, en el último ejercicio, son apenas 47 menos que aquella cifra, después de que en el 2014 aumentara a 2.886 y que en el 2015 fueran 3.075. Es decir, esa brecha descendente ha ido cicatrizando y ya ha agotado esa positiva diferencia. Y lo peor es, obviamente, la progresión ascendente. Son ya cuatro años consecutivos creciendo.

27 fallecidos en un lustro

A todo esto se suma otra lectura igualmente preocupante. El descenso en el número de accidente no fue acompañado de una aminoración del de heridos contabilizados. De hecho, los 1.381 del año 2012 son hoy 1.513, 132 más y un 9,5% de aumento. Pero de nuevo es la tendencia lo que lo hace más peligroso. Salvo en el 2015, que rebajó los 1.520 del año anterior hasta los 1.490, el resto ha sido de crecimiento constante.

Más aún si la estadística se ve empeorada por aquellos casos en los que la siniestralidad acaba costándole la vida a usuarios. En cinco años, 27 personas han fallecido en siniestros de circulación, 14 de ellos viandantes. Otros once han sido conductores u ocupantes de turismos y dos, el último año, han sido ciclistas. Quizá no hay que extrapolar los datos parciales, pero es la tendencia la que hay que atajar.

Otro de los vehículos que ha vuelto a las cifras de hace cinco años o más en Zaragoza ha sido la motocicleta. Hoy es el medio de transporte escogido por miles de ciudadanos para ir a trabajar o estudiar, quizá más que hace un lustro, pero la estadística deja claramente datos a tener en cuenta. El año pasado, una moto se vio implicada en 584 accidentes de tráfico y 31 atropellos en los que un peatón resultó herido. Echando la vista al año anterior, los siniestros eran 550 y los viandantes lesionados, 18, un 40% menos. El año anterior, en el 2014, eran menos de la mitad los atropellos, 15, en un total de 520 accidentes. Y en el 2013, la cifra más baja de los últimos años, fueron 483 percances circulatorios y 16 peatones heridos.

No es una cuestión de asociar la moto a una alarmante peligrosidad para el peatón, es de nuevo una cuestión de tendencias. Los datos del año pasado son consecuencia de un progresivo aumento, y tanto en accidentes como en viandantes lesionados, se ha vuelto a cifras de hace cinco o seis años y, de hecho, se han superado en ambos casos.

Son datos a analizar por la Administración, como lo serían los accidentes causados por el mal estado de la calzada. Una de las estadísticas que nunca salen en las informaciones de este tipo y que, quizá, podrían ayudar a concienciar de que una mejora del pavimento a veces también reduce la siniestralidad. De todos los usuarios.