Zaragoza piensa en un futuro sostenible. Lejos de querer crecer en población y en extensión, sus planes a largo plazo están basados en convertir a la ciudad en un lugar sostenible. Quizá por eso, lo único que está claro es que la capital aragonesa irá expulsando del centro poco a poco a los coches, para lo que se prevé una peatonalización de una parte de las calles del Casco Histórico acompañada de una restricción del paso de vehículos.

El Plan de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS) prevé que en el 2027 solo circulen coches ecológicos y de residentes por el centro. Aunque está sin aprobar y puede cambiar, este es el pilar sobre el que se basará la movilidad, siempre pensando en reducir las emisiones de CO2.

El ayuntamiento tiene el compromiso de reducir sus emisiones en un 20 % para el año 2020 y para eso seguirá trabajando en fomentar la movilidad compartida, que tan de moda se está poniendo, y en concienciar al sector industrial, principales emisores de contaminantes a la atmósfera. La construcción de la línea 2 del tranvía se presenta como el primer proyecto faraónico a realizar tras la crisis económica y tras años donde la inversión pública ha brillado por su ausencia, ya que las nuevas construcciones parten de iniciativas privadas.

La empresa de buses ya ha comenzado a renovar su flota por otra más sostenible, y Zaragoza empieza a ser esa ciudad piloto de la movilidad compartida. Prueba de ello es el boom de los patinetes y motos eléctricas, a las que pronto se unirán también bicis y coches.

No hay visos de que la ciudad siga creciendo, salvo en Arcosur, un barrio que soñó con convertirse en distrito y que, a día de hoy, está sin terminar. Las nuevas construcciones también lo hacen con la mirada puesta en la eficiencia energética y el ayuntamiento ha alterado su funcionamiento para que sus edificios públicos reduzcan su consumo energético.