Cuando en la noche del 6 al 7 de noviembre de 1936 el Gobierno de la República, presidido por Largo Caballero, se trasladó a Valencia ante la que parecía inminente caída de la capital de España en manos de los rebeldes que la asediaban, brotó espontáneo de la ciudadanía un grito unánime "¡Viva Madrid sin Gobierno!", con el que quería afirmar su determinación de resistir y de vencer pese a todo. Lamentablemente hoy, y solos también los españoles, no procede ese eslogan jubilar por a ausencia del Estado ante la catástrofe del Prestige . Y no procede porque la desaparición del Estado es enormemente lesiva para la sociedad. Los dueños de todo son como apátridas, poseen un mágico pasaporte de poder y dinero que les garantiza el bienestar, pero la ciudadanía que se desloma para llegar a fin de mes sí necesitan Estado que cumpla su función primordial, que es la de corregir las desigualdades. Frente a la tragedia del Prestige no es sólo que el Estado haya reaccionado tarde y mal, sino que hemos descubierto que apenas existe, que está desmantelado. A los españoles nos han dejado solos, como a los madrileños de aquel terrible noviembre. Solos. Lo cual no deja de ser una pena.

*Periodista