Cuando el Ebro despierta, el dinosaurio reaparece. Más o menos cada ocho lustros. O cada vez que la naturaleza así lo dispone. Y ahora el Ebro, con una fuerza incontrolable por los insuficientes medios e infraestructuras existentes, abrió sus ojos y se desperezó con violencia. Y emergió su dinosaurio bajo una gigantesca ola que no entiende de deprimentes estiajes: agua y más agua desembarcada de su cauce por lluvias y deshielos, tierras anegadas, pueblos inundados, curtidos vecinos aguantando hasta el último momento para desalojar sus casas, casas al fin abandonadas, sonrisas insolidarias de voceros vestidos de golf y verde. Agua para trasvasar, sí, pero cada cuarenta años. Y de la noche a la mañana. Nos ha jodido.

Augusto Monterroso, hondureño-guatemaltequeño recriado en Méjico y Premio Príncipe de Asturias del año 2000, ahora muerto, publicó la novela más corta y enigmática de todos los tiempos: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí . Nunca quiso dar muchas explicaciones de su interpretación. Que cada uno se lo monte. A su manera. En su momento. Con sus circunstancias. Pensaría él.

*Doctor en Medicina y radiólogo