Se ha producido la mayor protesta de la historia de la humanidad. En todas partes ha salido gente a decir no a esta guerra. Es un hito histórico, un récord guiness. Por otro lado, ha quedado claro que nadie apoya ni disculpa a Sadam.

Las manifestaciones también han ido dirigidas contra su régimen. Ahora es lógico esperar una respuesta de los estados beligerantes, una cierta reacción. No pueden hacer como si no pasara nada. Todos esos millones de ciudadanos en las calles deben de tener algún valor, algún peso en las decisiones, en los plazos y, en última instancia, en la conciencia, aunque sea comercial, del entramado de corporaciones y fundamentalistas que quieren la guerra. El problema es que una manifestación, aunque sea mundial, se diluye en el tiempo. Habría que establecer un mecanismo de protesta permanente, organizar el activismo internacional contra la guerra para que no cesara la protesta. De lo contrario, si lo dejamos estar, si nos limitamos a esperar las noticias precocinadas de los bombardeos, todo esto no habrá servido para nada.

Si no seguimos actuando en la medida de nuestras posibilidades contra la barbarie, la protesta global del pasado sábado sólo servirá para calmar nuestras conciencias: hicimos todo lo que pudimos, pero el imperio es demasiado poderoso y al final sucumbimos a sus propósitos. Parece sensato seguir en la brecha, seguir cual moscas cojoneras, como meros ciudadanos presuntamente libres, oponiéndonos día tras día, tarde tras tarde, a este estado de presión (o de depresión). Apoyando a la ONU y agobiando a Sadam --a todos los sadames , que hay tantos-- pero sin consentir un ataque arbitrario y desproporcionado.

El lado bueno de esta crisis puede venir si somos capaces de mantener una lucha indefinida por la cordura y por la defensa de unos valores que podamos legar sin vergüenza a las siguientes generaciones. Si la ciudadanía es capaz de mantener las protestas indefinidamente y de coordinar el sentido común, el mundo habrá mejorado algo. A fin de cuentas, nunca habíamos tenido tantas posibilidades de comunicarnos, de establecer redes horizontales, y nunca había habido tanta conciencia de que los problemas son globales. Sigamos diciendo ´No a la guerra´.

*Escritor y periodista