Zaragoza tiene hoy más posibilidades de albergar una Exposición Internacional en el 2008 que hace sólo un mes. La afirmación, escuchada estos días en el Auditorio de Zaragoza en boca de un líder político aragonés, entusiasmado en su labor de anfitrión ante los delegados del Bureau International des Expositions (BIE), es sólo excesiva en apariencia. Motivos no faltan para pensar que este deseo tan rotundamente expresado puede convertirse en realidad, después del éxito que han supuesto las jornadas sobre Agua y desarrollo sostenible recién concluidas y que ha contado con representantes de 56 países. Los compromisarios que dentro de un año decidirán sobre la candidatura han tomado buena nota de la seriedad del proyecto aragonés, del nítido compromiso institucional existente y de la ilusión que genera en la ciudad la posibilidad de acoger un evento internacional de tanta repercusión. Si algo ha quedado claro estos días es que la quinta ciudad española quiere reivindicarse en el 2008, aprovechando una fecha tan emblemática como el bicentenario de los Sitios y el centenario de la exposición hispano-francesa que supuso un espaldarazo para que la vieja Cesaraugusta romana entrara de lleno en una etapa de expansión y de modernidad, no sólo en lo urbanístico sino también en lo social. Y que lo va a hacer con fuerza.

Tras la decepción que supuso la presentación oficial de la candidatura en la sede del BIE en París, hace ahora cuatro meses, con una puesta en escena insuficiente y errónea, esta semana se ha enmendado el rumbo y se ha conseguido un efecto epatante. Pero lo ocurrido no deja de ser una etapa más en la larga carrera de obstáculos en la que sólo una de las tres ciudades aspirantes podrá romper la cinta. Y para hacerlo, además de ser convincente de palabra y sobre el papel ante los delegados, es necesario reforzar la candidatura para darle garantías de éxito. Dando por hecho que el proyecto aragonés pasará el primer corte por su solvencia, siguen estando vigentes las enseñanzas que deparó bofetada de realidad que el consorcio Zaragoza proExpo 2008 se llevó en la capital francesa a principios de junio. Un tropiezo que, visto con el tiempo, sirvió de estímulo y de acicate.

Las reflexiones de la expedición aragonesa desplazada hasta la sede del BIE se centraron en cinco cuestiones sobre las que se ha comenzado a trabajar pero en los que se deben concretar compromisos más firmes y logros palpables. El primero de los aspectos destacados por los representantes institucionales, sociales, económicos, culturales y periodísticos que acudieron a París fue la necesidad de reforzar la batalla diplomática, clave para lograr la aquiescencia de una mayoría de países representados en el BIE. En este campo es donde más se ha avanzado, con el nombramiento de un embajador especial y exclusivo para defender la candidatura española de la Expo en aquellos foros con capacidad de influencia o decisión. Pero la Expo 2008 tiene que convertirse en una prioridad internacional verdadera del Gobierno si se quiere allanar el terreno. En este terreno, y una vez superado el corte de diciembre, la implicación de las altas esferas del Estado, es prioritaria. Sobre todo si tenemos en cuenta los desaguisados de la política exterior española desde la nefasta foto de José María Aznar en las Azores y la consiguiente implicación de España en el conflicto de Irak frente a la opinión mayoritaria de Naciones Unidas o de la Unión Europea.

Otra de las cuestiones clave sobre la que urge incidir es el reforzamiento de la estructura técnica que ampara la candidatura. El consorcio, figura que actualmente tutela la candidatura, es una fórmula necesaria pero no suficiente para garantizar el éxito. Cuando aún no había sido elegido alcalde, Juan Alberto Belloch ya sugirió la posibilidad de crear una sociedad pública para agilizar la estructura de la candidatura, sin que hasta la fecha se hayan visualizado grandes avances.

También es necesario comprometer los terrenos del meandro de Ranillas sobre los que se asentaría el recinto expositivo. La anterior corporación ya mostró su voluntad de adquirir las 140 hectáreas de este entorno natural, más de las necesarias para la exposición pero cuya incorporación al patrimonio público zaragozano supondría ganar una zona natural de expansión y esparcimiento de gran valor estratégico, medioambiental y urbanístico. Por el momento, aunque desde el consorcio dirigido por Jerónimo Blasco se asegura que las negociaciones con los propietarios van por buen camino, no se ha concretado nada. De acuerdo con los últimos datos, las diferencias entre el dinero que ofrecería el ayuntamiento --alrededor de 50 millones de euros-- y el que reclaman los agricultores --unos 120-- siguen siendo insalvables. Y el Bureau exige un compromiso firme y contrastable con los terrenos, al margen de que su titularidad sea pública o privada en el momento de la elección. Caso de no ponerse de acuerdo en los precios, el ayuntamiento estaría abocado a ejecutar el procedimiento expropiatorio y no hay que descartar la modificación del Plan General de Ordenación Urbana.

La cuarta condición es la concreción de importantes inversiones complementarias, como el puente del Tercer Milenio o el Plan de Riberas. Por ejemplo, esta semana se ha producido un anuncio inquietante con este último proyecto, al anunciar el Ministerio de Medio Ambiente que lo liderará pero arrastrando en su financiación a otras instituciones, como el Gobierno de Aragón, que entienden que se trata de unas obras que no le competen y que rebasan su capacidad presupuestaria. La DGA está dispuesta, eso sí, a costear otras actuaciones, pero lo cierto es que si se quiere llegar al 2008 con el río adecentado hay que ponerse ya manos a la obra.

La última de las cuestiones básicas para que la candidatura siga creciendo es la capilarización del espíritu Expo en dos niveles. El más inmediato, ilusionando al zaragozano y al aragonés, terreno en el que se ha experimentado una cierta mejoría con la captación de voluntarios --ya son alrededor de 6.000 los inscritos--, y el más lejano, pero por ello no menos importante, concienciando al resto del país. La aspiración de Zaragoza es percibida en el Bureau en clave de Estado, siendo España el país proponente. En esa línea, hay que dar a conocer a los ciudadanos de cualquier comunidad autónoma la candidatura, para que la sientan como algo suyo y para que sean conocedores de que lo que estará en juego en el 2004 en París será el prestigio de España, y no sólo el de Zaragoza o el de Aragón.

El cumplimiento de estas cuatro cuestiones básicas, que surgen de reflexiones a raíz del desaguisado de junio pasado, no garantiza el resultado final, pero sí permite intuir un desenlace adecuado al esfuerzo económico y a la ilusión depositados en la candidatura. Andamos con paso firme y decidido, pero sólo haciendo bien y rápido los deberes conseguiremos la excelencia y haremos incontestable el triunfo de Zaragoza frente a dos rivales como Trieste y Tesalónica, que no bajarán la guardia ni serán rivales fáciles de batir.

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