Las aguas bajan tan revueltas en el grupo municipal zaragozano del Partido Popular, principal referencia, como ustedes saben, de la oposición a la alianza PSOE--PAR, que ni siquiera los grandes titulares embalsan alguna declaración sosegada, alguna orientación o reflexión, un desmentido, una réplica, un propósito de la enmienda.

Todos callan, luego existen.

Calla y cae, dicen, Domingo Buesa, sin que nadie sepa por qué.

¿Cuál ha sido el pecado de este hombre culto y tonante que también soñó su Zaragoza y cuyas crónicas escribió a la espera de que otro redactara las suyas? ¿La soberbia? ¿Caer honrosamente derrotado ante Belloch? ¿No hacer suficiente oposición o no hacerla con bastante demagogia? ¿Haber intentado fundar familia propia en esa casa de todos y de nadie en que se ha convertido un siempre deconstruido y nunca vuelto a construir PP--Aragón? ¿Oponerse a supuestos privilegios de clase, a seguir facilitando los flujos por determinados vasos comunicantes, mamandurrias, sobresueldos, la segunda y encubierta actividad, la información privilegiada, los intereses creados? ¿Era, es el austero profesor Buesa un cátaro, un puro, un incorruptible frente a los especuladores, ventajistas y trepadores surgidos de sus propias filas, frente a ésos otros fenicios, adoradores del becerro de oro, que querían y quieren, efectivamente, vivir de la política?

Tiene que haber pasado algo más para que Luisa Fernanda Rudi o la cólera de Dios haya condenado al destierro a uno más de sus bastiones, al gran capitán que iba a replantar la semilla de la fe popular en los sublevados campos del rebelde Atarés. Algún día sabremos si el declinar de la púrpura y de la banca tuvo algo que ver con la caída en desgracia de Domingo Buesa y con el retorno de los funcionarios del partido, de esa vieja guardia que ahora, con diez o quince años más, campea en terreno de nadie, arrinconando a los suyos pues tan sólo sobre ellos pueden expiar sus viejas culpas.

Desde fuera se contemplan estas ciegas vendettas de partido como cosa interna y palaciega, acaso inevitablemente dinamizadas por esa cíclica necesidad que tienen las dagas, y muy en especial la barbera navaja de esa derecha de calle mayor, de salir de sus vainas para rebanar algunas de las coles más altas del huerto, retornando al tahalí una vez algún fiel secretario las ha limpiado de sangre. ¿Qué se gana, en efecto, con demoler consolidadas candidaturas, con minar a base de intrigas los pocos núcleos de cohesión, con ofrecer una imagen de confusión y de incógnita de futuro mientras los afectados se vigilan preguntándose qué ha pasado con su proyecto y con su mutua confianza?

Esta enconada situación, derivada del último Congreso regional de los populares, ha dividido profundamente el grupo municipal del PP en dos bloques en apariencia irreconciliables. Por una parte, están los fieles al hasta ahora candidato, a Buesa, que intenta mantenerse al frente; por otro, los ediles próximos a Rudi, cuyos movimientos deben de ser interpretados en clave electoral.

Porque la historia es circular, si el César Julio exclamara aquello de "¡Oh, Bruto!", Domingo podrá lamentarse, caso de que su carrera llega a rodar: "!Qué bruta!"

Escritor y periodista