No, si ya estoy más tranquilo, se lo juro. En realidad, el mismo día en que empezó el debate sobre el estado de la Cosa, la 2 de TVE, que durante la mañana y la tarde me había empujado más allá de la taquicardia, tuvo la bondad de arreglarme la noche emitiendo Centauros del desierto, una de mis películas favoritas. Allá me fui, a los nuevos territorios de Arizona tras la huella de los comanches, y aquí se quedó la desquiciante política que nos administran los señores jefes, los señores mercados (que son los jefes de los jefes) y los señores capitostes (que son los dueños de los mercados).

Vivimos en un país genial. El presidente de su Gobierno pone cara de héroe futbolístico para jurar que hará lo que España y los españoles necesitan, aunque le cueste su propio pellejo electoral. Qué tío más generoso, ¿no? No le dolerán prendas a la hora de recetarnos despidos baratos, sueldos bajos, pensiones congeladas (y lo que te rondaré), cajas de ahorro privatizadas, servicios públicos descapitalizados (échenle un galgo al desdoblamiento de la N-232), funcionarios mal pagados y otras maravillas que el mismo Zapatero define como reformas necesarias (¿para quién?). Pero si a ustedes no les gusta tan seductora oferta, si no les acaba de convencer el baranda del PSOE, ahí tienen a ese portento de hombre que es Rajoy. ¡Ah!, don Mariano posee la solución definitiva a los males que podamos padecer o imaginar. Es muy simple: basta con que el tal Zapatero se quite y él ocupe su lugar. Ya está. Todo arreglado. Felices pueblos aquellos que pueden optar entre dos senderos tan luminosos. Y no les quepa ninguna duda de que el líder del PP, aunque por modestia se lo calla, también nos ofrecerá cualquier delicia que podamos envidiar a las potencias emergentes: favelas como en Brasil, jornadas de sesenta horas semanales como en China, castas infranqueables como en la India y, si tenemos iniciativa y empuje, hasta tiroteos como en México.

Además, en Aragón habrá aleluyas particulares: grandes pruebas automovilísticas, viajes en catamarán por el Ebro, vaquillas, expedientes de regulación de empleo y aeródromos a tutiplén. Ya estoy más tranquilo, ya.